Contra las cuerdas y a punto de que suene la campaña. Así se encuentra la cúpula de Podemos y, especialmente, Pablo Iglesias, tras la dimisión ayer del secretario regional de Madrid, Ramón Espinar, y el golpe que han dado encima de la mesa diez barones autonómicos para que ponga fin a la guerra con Íñigo Errejón. A tan solo cuatro meses de las elecciones de mayo, el líder del partido se encuentra con un escenario descompuesto después de que su exnúmero dos anunciara que concurrirá a las elecciones autonómicas con la plataforma Más Madrid, aliado con la alcaldesa Manuela Carmena y no bajo la marca de Podemos. La posición de Iglesias ante la decisión de Errejón ha sido tajante desde el comienzo: rechazo absoluto a cualquier negociación para ir juntos en la misma lista y presentación de una candidatura alternativa con el nombre de Podemos para competir contra el exsecretario político. Ahora, los movimientos de su organización podrían hacerle replantearse un posible diálogo.

Las amenazas de presentar una candidatura propia, en coalición con IU y competir contra Errejón asustan a propios y ajenos. Diez de los trece barones podemistas que concurren a las elecciones de mayo le exigieron unidad y responsabilidad ante la mayor crisis de la historia de Podemos. Una división que, son conscientes, podría pasarles factura en las urnas. Además, la renuncia de Espinar a su escaño en la Asamblea de Madrid y en el Senado, así como a la dirección de Podemos-Madrid, evidencian también las diferencias entre un secretario autonómico que apuesta por evitar el enfrentamiento contra Errejón y una dirección atrincherada en el no. Su dimisión pilló por sorpresa a la cúpula morada. Espinar la anunció por carta tras negarse a encabezar una candidatura podemista rival a la de Errejón. Según fuentes del partido, el exsenador apoyó una mesa de diálogo con el candidato para ir juntos a las elecciones. La dirección, por el contrario, pretendía presentarlo como candidato y sellar, minutos después, un pacto con la dirección nacional de IU. Espinar no vio con buenos ojos la interferencia de la cúpula estatal en la autonomía de la que, supuestamente, gozan los territorios. Algunos de los principales rostros de Podemos llevaban más de una semana defendiendo que sería la organización territorial quien tuviera la última palabra.

Mientras Espinar se reunía con la dirección en Madrid, otro encuentro estaba teniendo lugar en Toledo. Diez secretarios autonómicos se citaron, a petición del líder de Castilla-La Mancha, José García Molina, para llamar al orden a Iglesias y Errejón. Los dirigentes de Euskadi, Murcia, La Rioja, Baleares, Extremadura, Comunidad Valenciana, Canarias, Aragón y Asturias pidieron «confianza, unidad y coordinación» ante el temor de que las disputas internas y las escisiones pueden alejar a una parte de su electoral.

Por ello, pese a que algunos mostraron su desacuerdo con el movimiento del nuevo socio de Carmena, redactaron la Declaración de Toledo, una petición formal para sellar la paz. «Nos hacemos falta todas y todos. Es la hora de cooperar y no de competir«, reclamaron en el texto donde también piden recuperar «la confianza, la ilusión y la esperanza» de la gente que les votó.

La respuesta de los líderes morados fue el silencio. Ningún dirigente de la formación quiso valorar la nueva situación. Sin embargo, la cúpula estatal convocó para el próximo 2 de febrero al Consejo Ciudadano Estatal, el máximo órgano de decisión entre asambleas, para abrir el debate ante las distintas soluciones.

El encuentro, convocado sin demasiada urgencia, ofrece a la cúpula un tiempo para madurar su próximo paso. Con todas las cartas puestas encima de la mesa, Iglesias debería ofrecer alguna respuesta a sus barones y a sus aliados, formaciones como IU o Equo que también claman unidad. Acostumbrado a dar golpes de efecto en este órgano, el líder de Podemos podría buscar una salida airosa a la crisis y convocar una consulta a las bases para decidir si unirse a Errejón o competir contra él.