Pedro Sánchez pronunció este miércoles, durante un mitin en Córdoba, una frase equívoca. Junto a Susana Díaz, que había hecho de telonera en el acto, el presidente en funciones señaló: "Si ganamos el domingo, Susana, me da que en Andalucía muy pronto volverá a gobernar el PSOE". Aquello podía verse como un respaldo a Díaz, su tradicional archienemiga interna, que pasa por su peor momento político tras encadenar la derrota en las primarias frente a Sánchez y la salida de la Junta, tras 36 años de poder autonómico ininterrumpido de los socialistas. Pero fuentes de del partido tardaron muy poco en rechazar esta interpretación. Lo que Sánchez dijo, subrayaron en la cúpula socialista, no fue que la expresidenta fuese a volver a gobernar la comunidad, sino que lo haría el PSOE.

Porque Sánchez, explican en su entorno, no contempla la posibilidad de que Díaz repita como candidata. La dirección socialista ha aparcado las prisas por forzar el relevo, después de coquetear con la idea de una gestora a raíz del mal resultado en las elecciones autonómicas del pasado diciembre. Díaz, mientras tanto, hace como si aquí no pasara nada: traslada cada vez que tiene oportunidad que "ya queda menos" para que vuelva a la Junta, porque según sus cálculos el actual Ejecutivo andaluz, formado por el PP y Cs, no se sostendrá demasiado tiempo, debido al inestable apoyo de Vox. Y entonces ella podrá volver a ser presidenta.

Pero la dirección socialista hace otras cuentas. Recuerdan que en los comicios andaluces, con Díaz como candidata, el PSOE logró un millón de votos, mientras que en los generales del 28 de abril cosechó en la comunidad un millón y medio de apoyos, y anticipan que si en las municipales de este domingo el resultado es similar a este último, será la prueba definitiva de que la expresidenta supone un lastre como cartel electoral.

CAMBIO EN LA MESA

Sánchez, por el momento, mueve sus fichas para ir quitando poder a Díaz. El reciente reparto en la Mesa del Congreso es un buen ejemplo de esta estrategia de minar su peso. Los socialistas andaluces tenían durante la pasada legislatura en el organismo, como vicepresidenta de la Cámara baja, a Micaela Navarro, fiel a la expresidenta autonómica. Ahora, en cambio, ocupa ese puesto Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que lleva años enfrentado a Díaz. En la Ejecutiva del PSOE no hay ningún 'susanista'. Y en el grupo parlamentario en el Congreso, tampoco.

La próxima batalla, quizá la última, se librará en las presidencias de las diputaciones andaluzas. La dirección del PSOE insiste en que no será Díaz, llegado el caso, quien nombre a los máximos responsables de unos organismos que cuentan con un abultado presupuesto. A partir de aquí, se abrirían dos posibles escenarios. El que anhelan los colaboradores de Sánchez: que la expresidenta autonómica asuma que su tiempo se ha acabado, que ya no tiene margen de maniobra, y se retire voluntariamente, dejando espacio a María Jesús Montero, actual ministra de Hacienda. Y el que tienen preparado si esto no sucede: continuar con el desmantelamiento del poder 'susanista' en los congresos provinciales andaluces, cuando toquen, como paso previo al enfrentamiento directo por el liderazgo de la federación más numerosa e históricamente más relevante del PSOE, que nunca ha pesado menos que ahora en el partido.

Nadie se atreve a poner fechas de resolución del conflicto interno, y menos ahora, a solo cuatro días de las elecciones municipales, autonómicas y europeas. Sánchez y Díaz intercambiaron este miércoles sonrisas y abrazos.