Las posibilidades de que las relaciones entre el PSOE y Podemos se recompongan antes del jueves de la semana que viene, cuando tendrá lugar la votación definitiva de la investidura de Pedro Sánchez, son cada día más remotas. El pulso se mantiene igual que el día después de las elecciones generales, con Pablo Iglesias exigiendo entrar en el Gobierno y Sánchez cerrando la puerta, pero las declaraciones cruzadas son cada vez más agresivas. Los socialistas descartan intentar una aproximación al líder morado, después de que este rechazase la propuesta de que miembros de su partido ocuparan ministerios sociales. A partir de ahora se esforzarán, explican fuentes de la dirección del PSOE, en «desmontar» el discurso de quien hasta hace muy poco era el «socio preferente».

Desde que el pasado lunes Sánchez diera por «rota» la negociación con Iglesias, a raíz de la controvertida consulta interna en Podemos, los colaboradores del presidente están volcados en dibujar una imagen del líder morado como alguien que solo piensa en sus intereses, un dirigente cerrado a cualquier «cesión», que está dispuesto a volver a llevar al país a elecciones, con el riesgo de que en la hipotética convocatoria acabe sumando la derecha, si no logra su objetivo de ocupar un «sillón».

Si el martes la vicesecretaria general, Adriana Lastra, acusó a Iglesias de buscar «un Gobierno paralelo a su servicio», ayer el secretario de Organización y ministro de Fomento, José Luis Ábalos, subrayó que el Ejecutivo no está para resolver la «situación de necesidad» del líder morado, en claro declive electoral.

«Hablamos de un Gobierno para los españoles, no para los intereses de los partidos políticos, sea cual sea su situación de necesidad», dijo Ábalos en Tele 5. Después, en La Sexta, el ministro volvió a hurgar en la presunta ambición de Iglesias. «Hay formas de abordar las cuestiones. Si el prisma pasa por uno mismo, es complicado», señaló.

Con su discurso, los socialistas buscan desgastar a Podemos, con la vista puesta en otro posible intento de investidura en septiembre, en el que esperan que su líder aparque su exigencia de entrar en el Gobierno, pero también en unos nuevos posibles comicios, que se celebrarían el 10 de noviembre.

Los morados, mientras tanto, pidieron al PSOE que cambiaran «las formas y el fondo» de sus declaraciones, porque «descalificar» a los posibles aliados, dijeron, «suele ser una mala política». Pero los socialistas contestan que quien empezó el mal tono fue Iglesias, al sostener que Sánchez no era de fiar y acusarle de dejarse llevar por las «presiones» del Ibex 35. La inminencia del debate de investidura, sin embargo, no solo sirvió para que el PSOE avivara su enfrentamiento con Podemos. Los socialistas también lograron sumar un escaño, el de Joan Baldoví, de Compromís, que votará a favor de la investidura si el jueves los socialistas le presentan un «documento satisfactorio» con el compromiso de reformar la financiación autonómica durante la próxima legislatura, si es que arranca.

Con este movimiento, Sánchez cuenta ahora con 125 apoyos: 123 del PSOE, uno del PRC y otro de Compromís, a la espera de que los seis diputados del PNV acaben sumándose.