¿Dónde está Carles Puigdemont? Es la pregunta que se hacen decenas de periodistas en Bruselas. Se supone que el presidente de la Generalitat depuesto sigue en la capital de Bélgica, según explicó ayer su abogado belga, Paul Bekaert, con quien está «en contacto telefónico», pero ayer pagó ya la cuenta del hotel Chambord, en el que se alojó inicialmente junto a algunos de los consellers cesados que le acompañan en su periplo, y está en un lugar «discreto y seguro», lejos de los focos de la prensa, añaden fuentes de su entorno sin dar pistas sobre su nueva ubicación. Secretismo absoluto, por tanto, a escasas horas de una cita con la Audiencia Nacional a la que no piensa asistir, según Bekaert.

Tal y como avanzó este diario el pasado lunes, Puigdemont llegó a la capital belga acompañado de cinco consellers depuestos procedentes todos ellos de Marsella, a donde se trasladaron en coche y desde donde partieron rumbo a la capital comunitaria en avión. Nadie ha confirmado ni a qué hora aterrizaron el lunes ni qué hicieron en esas primeras horas más allá de tomar contacto con Bekaert. Al menos, hasta que el asistente del eurodiputado del PDECat Ramon Tremosa dio la primera pista. «Acabamos de cenar con el presidente Carles Puigdemont y el Govern para preparar la rueda de prensa de mañana», anunciaba el lunes por la noche. Fue la primera confirmación oficial de que efectivamente el ya president destituido estaba en la capital belga.

La convocatoria a los medios de comunicación a la rueda de prensa no llegó hasta el día siguiente. El martes, al filo de las diez y media de la mañana, a través de las redes sociales, y a mediodía por correo electrónico. Antes de esta cita, que generó un interés inusitado entre la prensa internacional, Puigdemont se pasó por la sede de la Alianza Libre Europea, casualmente ubicada junto al hotel Chambord, que aglutina a formaciones políticas como ERC, el Plaid Cymru de Gales, el SNP escocés, la N-VA de Flandes o EH Bildu.

Ni un alfiler

Desde ahí cogió un taxi hasta la sede del Club de Prensa, ubicado en pleno barrio comunitario y enfrente de la sede del Consejo Europeo, donde le esperaban más de dos centenares de periodistas, cámaras y fotógrafos. No cabía ni un alfiler y varios agentes de seguridad tuvieron que abrirle paso para entrar y salir de una sala demasiado pequeña para tanta expectación.

Fuera, varias decenas de partidarios y detractores con banderas catalanas, españolas y europeas le gritaron y jalearon. Puigdemont estuvo poco más de una hora. Al filo de las dos de la tarde se metía de nuevo en un taxi y se perdía entre las calles del barrio comunitario.

La siguiente pista de su presencia llegaba a media tarde desde la plaza de Luxembourg, situada frente a la sede del Parlamento Europeo, donde se le vio paseando y donde algunos medios extranjeros consiguieron lanzarle alguna pregunta más. Hasta la noche del martes no volvió a reaparecer en público saliendo de su hotel. Poco después de las ocho la delegación catalana pedía dos taxis. La confusión se adueñó de muchos medios de comunicación que situaron a Puigdemont camino del aeropuerto. Fue una falsa alarma. Solo tres consellers cesados aterrizaron en El Prat: Joaquim Forn, Dolors Bassa y Lluís Puig. La pista del president destituido se perdió en la noche.

Desde entonces, su paradero es desconocido aunque los rumores sobre sus planes (filtraciones interesadas, según su entorno) para enfado de su abogado, no han cesado de abrir portadas y telediarios.

«Anoche [por el martes] aseguraron que mi cliente estaba de camino a Barcelona cuando estaba cenando en Bruselas. Hoy [por este miércoles] se han extendido rumores apuntando a una conferencia de prensa en Gante, en Tielt. No hay nada», se quejaba el letrado Bekaert en el canal VRT.

La realidad es que desde el martes por la tarde nadie le ha conseguido ni grabar ni fotografiar en Bruselas. Su presencia sigue rodeada del misterio más absoluto y la pregunta sigue sin respuesta. ¿Dónde está Puigdemont?