El dilema vuelve a sobrevolar el Congreso de los Diputados.¿Hasta dónde puede un parlamentario forzar un interrogatorio con el objetivo de obtener las respuestas que el compareciente se niega a dar? La declaración este martes del exdirector general de la Policía, Ignacio Cosidó, que ha sido llamado para dar explicaciones sobre la‘operación Cataluña’ sitúa de nuevo el debate en el centro de las miradas. El incendio estalló cuando el portavoz de ERC Gabriel Rufián preguntó con un estilo áspero a los dos altos cargos llamados anteriormente a esa comisión de investigación, el exministro Jorge Fernández Díaz y el exdirector de la Oficina Antifrau, Daniel de Alfonso. Llamó “gángster” y “mamporrero” a este último y el PP reaccionó con tal ofensiva que la polémica de las formas eclipsó el meollo del interrogatorio: la creación de una policía política para fabricar pruebas contra los adversarios del partido en el Gobierno.

Ahora los portavoces se plantean hasta dónde tensar la cuerda. Saben bien que necesitan ser incisivos para que el interrogado pierda la paciencia y baje la guardia. La duda es mayor por las condiciones propias de una comisión a la que PP, PSOE y Ciudadanos tienen interés en dar carpetazo. Si de este interrogatorio no sale información comprometedora, esas tres fuerzas se negarán a pedir más comparencias y los trabajos se cerrarán a final de julio sin grandes conclusiones. En cambio, si logran que Cosidó aporte datos de peso, opinan, podrían forzar al PSOE a pedir nuevos testimonios de la ‘operación Cataluña’ como los comisarios José Manuel Villarejo yEugenio Pino o el inspector José Antonio Fuentes Gago.

FIARLO A LA ÚLTIMA CARTA

“Si le apreto mucho, como a De Alfonso, se hablará más de mí que de lo que él dice. Así que intentaré ser incisivo para acorralarle, pero encontrar el equilibrio es complicado”, reconoce Rufián a este diario.

El portavoz del PDECat en la comisión, Sergi Miquel, admite también la importancia de esta declaración. “Lo fío todo a Cosidó, a que se pueda desvincular y señalar a otros, lo que dejaría la puerta abierta a que viniesen Pino o Villarejo”, señala, aun sin demasiado optimismo.

No lo tienen sencillo. Intuyen que el PP volverá a emplear la táctica parlamentaria que domina a la perfección: murmurar improperios y golpear las mesas para desquiciar al adversario. Ya lo hicieron en las comparecencias de Fernández Díaz y De Alfonso, con diputados que no pertenecían a esa comisión pero se colaron y se fueron relevando. “La barra brava del PP volverá a estar detrás insultando”, augura Rufián.

Queda por ver hasta dónde llega la posición tibia del PSOE. Votó en contra de pedir comparecencias a los comisarios y lo cierto es que nadie espera más que un interrogatorio de cartón-piedra.