Para comprobar hasta qué punto está descompensado nuestro debate público, basta comparar el arduo camino que hubo de recorrer Podemos para normalizar su presencia en los medios frente al meteórico estrellato mediático de Vox. Hay tantas ganas de enterrar a Podemos que han bastado un puñado de malas encuestas para que muchos se hayan lanzado a oficiar el funeral por los morados y las exequias por el liderazgo de Pablo Iglesias. Aunque puede que los enterradores se hayan precipitado y las noticias sobre su descalabro sean un tanto exageradas.

A diferencia de las elecciones del 2015 y el 2016, esta vez Podemos corre contra el viento, no a favor. Algo que también le sucede a Ciudadanos. Ya no encarnan la novedad recién llegada del futuro, la ilusión y la marca se han desgastado, los malos resultados han generados criticas y deserciones, además de una inagotable gama de rencillas y divergencias con sus socios territoriales, y aún siguen pagando la factura del dramático error cometido al no apoyar la investidura de Pedro Sánchez en la primavera del 2016; ignorando la evidencia de que solo había una cosa que muchos votantes de la izquierda no perdonarían: permitir, por activa o por pasiva, otro gobierno de Mariano Rajoy.

La vuelta de Iglesias no resuelve de golpe todos los dilemas de los morados, pero sí el principal para una fuerza construida sobre una concepción casi milagrosa del liderazgo: se acaba la incertidumbre y el desconcierto que provocan la ausencia del líder. Votantes, militantes y cuadros vuelven a tener un referente claro dónde mirar y a quién escuchar para responder ante las críticas internas, los ataques de los adversarios y los malos sondeos.

La reaparición del líder ha buscado un ejercicio de posicionamento basado en mensajes claros, firmes y directos que sirvan para dar moral y argumentos a unas bases desanimadas. Iglesias ha tirado del repertorio clásico para escenificar el retorno del héroe. Actualización de la conexión sentimental del Sí se puede, señalar a las veinte familias de la casta, soflamas buscando el cuerpo a cuerpo, un toque de aflicción y el siempre funcional recurso al enemigo exterior, culpable de los males morados; todo dirigido a recuperar espacio en un escenario con algunas ventajas. Vox encarna la pareja de baile perfecta para las arengas de Iglesias. El PSOE y Sánchez parecen haberse inclinado más por la batalla del talante y la moderación que por el combate ideológico y eso deja completamente abierto para los morados el flanco de la izquierda.

Como John Wayne y William Holden al frente de su pelotón nordista en la clásica película de John Ford, Iglesias y los suyos deben recorrer cientos de kilómetros a través de un territorio hostil. A su favor juega que la mayoría de sus rivales no cuenta con ellos y eso les concede el factor sorpresa. Además, es bien sabido que Iglesias ofrece sus mejores prestaciones en la agitación de la campaña. Lo que realmente administra peor son los tiempos de gobierno.