Younes Abouyaaqoub, tras atropellar a más de 100 personas por la Rambla de Barcelona -y matar a 13 de ellas- , bajó de la furgoneta blanca frente al Liceo. Huyó por la Boquería, cruzando el emblemático mercado y saliendo por la plaza posterior hasta el corazón del Raval. De allí comenzó a subir por el Ensanche barcelonés.

Iba a pie, con gafas de sol, vestido tal como dijeron los ciudadanos que informaron a los Mossos d’Esquadra, que estaban desembarcando en el distrito de Ciutat Vella para encontrarlo, con camiseta de rayas blancas y azules. Se cubrió los ojos con unas gafas de sol. Así le captaron las cámaras del mercado y así aparece grabado por otros dispositivos de seguridad de otros comercios.

Tras salir del Ensanche, se adentró por el barrio de Les Corts y lo atravesó por la calle de Nicaragua. El major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, explicó ayer a mediodía que hizo algunos tramos caminando y otros «corriendo». Nadie lo detuvo porque nadie sabía que en esos momentos ese joven de 22 años, originario de Marruecos pero criado en Ripoll, era el hombre más buscado tras sembrar el horror en el paseo barcelonés.

Abouyaaqoub tardó más de una hora en llegar desde la Rambla hasta la zona universitaria. En el párking de la facultad de Farmacia, a escasos 100 metros del Camp Nou, atacó a Pau Pérez. Este ingeniero de 35 años de Vilafranca del Penedès estaba aparcando su Ford Focus en una zona libre de pago y fue la víctima escogida por el terrorista. Lo acuchilló y lo dejó tumbado, sin vida, entre el asiento posterior y los dos delanteros. La falta de evidencias científicas que conectaran este hecho con el atentado de la Rambla provocó que la policía catalana tardara en confirmar lo que había ocurrido, y en consecuencia, a Pau no se le ha incluido hasta varios días más tarde de su fallecimiento entre las víctimas de esta tragedia. Él es la número 15.

Con el cadáver de Pau en el interior, Abouyaaqoub condujo por la Diagonal hasta que se topó con un control policial a la altura del edificio del RACC, en la salida de la ciudad. Cuando llegó frente a los policías, aceleró y atropelló a una agente. Le rompió el fémur. El otro policía del control sacó el arma y disparó contra el coche. Pero el Ford Focus siguió su camino en dirección sur.

Condujo un par de kilómetros y tomó el desvío de Sant Just Desvern. Se detuvo frente al edificio Walden. Salió del coche y dejó el cuerpo de Pau allí. Esto confundió a los Mossos que llegaron hasta el lugar de los hechos, que creyeron que el cadáver era el del conductor que se había saltado el control en la Diagonal y que las heridas que presentaba eran de bala. No lo eran, eran las heridas del cuchillo de Abouyaaqoub. Posiblemente uno de los que ayer llevaba encima cuando avanzó corriendo hacia los mossos de Sant Sadurní que lo abatieron. El enredo lo deshizo el forense que le practicó la autopsia a Pau Pérez. Pero entonces ya era demasiado tarde para encontrar al auténtico homicida en Sant Just. La confusión permitió a Abouyaaqoub huir de la zona.

Durante cuatro días estuvo desaparecido, dejando con su silencio a toda la sociedad catalana en vilo, cada vez más consciente de que el terrorista de la Rambla era el único de los integrantes de la célula de Ripoll que había conseguido huir y que seguía en paradero desconocido. El líder del escuadrón, el imán Abdelbaki es Satty, tal como confirmaron también este lunes las pruebas de ADN, murió en la casa de Alcanar preparando los explosivos con los que pretendía atentar en Barcelona ese mismo 17 de agosto. Su muerte no detuvo los ataques, el veneno que había inoculado en el cerebro de los jóvenes de Ripoll siguió haciendo efecto. Ha hecho falta que murieran todos para erradicarlo.