El centro penitenciario Madrid VII se halla a seis toros Osborne de Cataluña. Esos son los que se divisan en la ruta de seis horas en coche hasta la cárcel de Estremera, vía la capital del Estado. La distancia entre mi última entrevista con Oriol Junqueras, el 29 de septiembre, en su despacho de la ‘conselleria’ de Economía, 36 horas antes del 1-O, y la de este sábado en la cárcel es de varios años luz.

Un halo de irrealidad envuelve la cita. Las sucesivas puertas que se cierran tras uno, según te adentras en las fauces del centro, no emiten el típico chasquido de cerrojo, al fin y al cabo no es Estremera el castillo de If, donde recluyó Alejandro Dumas a Edmond Dantés, el Conde de Montecristo. Pero sobrecogen lo mismo.

Una veintena de personas esperan que se les dé la orden para acceder a los locutorios donde, cristal mediante, pueden conversar con los internos. Lluís Juncà, el jefe de gabinete de Junqueras desde los tiempos de eurodiputado, el hermano del exvicepresidente y una estrecha colaboradora, desde que Junqueras era alcalde, departen con otra comitiva de ERC que ha venido a visitar al ‘conseller’ cesado Carles Mundó. Son los imputados por el 1-O Josep Maria Jové, Lluís Salvadó y también Pere Aragonés y Sergi Sabrià.

Los dos primeros reconocen que han recibido consejo de no abordar la cuestión política con Mundó. Derrochan buen humor, acaso como autodefensa ante una situación que es sí o sí incomoda, porque, según como transcurran los acontecimientos ambos pueden verse en el banquillo de los acusados, primero, y en ese mismo recinto, después.

Se suceden los controles. No se permiten móviles, ni libretas, ni bolígrafos. Hay que afinar la memoria. Repartidos los visitantes en grupos de cuatro, hay expectación por ver a los reos, justo cuando se cumple un mes de encarcelamiento, en el caso de los dos políticos catalanes.

Llega Junqueras, con su media sonrisa habitual. Viste una chaqueta negra de ‘The North Face’ que ha sustituido su clásica de Decathlon y tejanos. Le ha crecido el pelo creando una onda que le rejuvenece. Sí, se ha adelgazado y su rostro se ha afinado. “Estoy resfriado”, anuncia: “El viernes estuvimos casi tres horas a la intemperie y de madrugada esperando el traslado, la ‘condu’ en jerga carcelaria, hasta el Tribunal Supremo”. Por como lo explica, estas ‘condus’ suenan a conducción napolitana, por decirlo de manera simpática y suave. Entre la cárcel, limítrofe con la provincia de Cuenca, y el Supremo hay 75 kilómetros por la Carretera de Valencia, la A3. También se puede ir por una de esas radiales rescatadas, la R-3. Madrid siempre te deja escoger por qué carretera circular.

Un forzado buen humor

Pone la palma de la mano en el cristal a modo de saludo. Sí, como en las películas. Se sienta y coge el auricular del teléfono. Sí, como en las películas. En el locutorio circula un forzado buen humor. Para todos es la primera vez en una visita de este tipo. Parafraseando a Jorge Valdano podría hablarse de ‘sobrecogimiento escénico’.

Tardé poco en descubrir que cuando a Junqueras se le pregunta algo que prefiere no responder, no tanto por no atacar a alguien, sino bajo la premisa de que diga lo que diga será malinterpretado, ladea la cabeza y sonríe.

En condiciones normales, la ‘sonrisa Junqueras’ aparecía indefectiblemente cuando se le hacía una pregunta sobre CDC / PDECat. Pero eso era hace mucho, por ejemplo el 29 de septiembre. Ahora esa sonrisa aparece cuando se le pregunta por el Supremo, por si acata o acepta el 155. Sobrevuela la sospecha la que las conversación está siendo grabada, mejor no meterse en más camisas de once varas.

No quiere hacerse ilusiones sobre su posible salida mañana bajo fianza. “Nos tienen muchas ganas. EL 2 de noviembre tenía muy claro que nos encerraban”, afirma, en referencia a su declaración ante la juez Carmen Lamela, de la Audiencia Nacional. El hermano, camino de Madrid, ya me había contado que el 1 de noviembre, Tots Sants, la despedida fraternal sonó a un “hasta ya veremos cuándo”.

Tipos de victoria

Le pregunto también si le apetece hacer campaña. “Sí, claro. Sobre todo en comparación con lo que hay aquí dentro”, dice sonriendo. Luego levanta la mirada y sentencia: “La ofensiva contra Cataluña solo se frena venciendo el 21-D”. Razona, incluso, los tipos de victoria que se pueden dar del independentismo, en escaños, en escaños y votos…No lo dice, pero deja en el aire que el reverso de la moneda, la victoria del bloque constitucionalista, o del 155, como les tilda ERC, supone el fin de muchas cosas y la continuación “de la persecución”.

“Nada es fácil, hay que persisitir” apunta Junqueras, acaso como mensaje a su electorado. “Hay que tirar menos de fuegos artificiales” y por pirotecnia entiendo yo las declaraciones grandilocuentes y simbólicas, las de ‘día histórico’. Y echa mano de uno de sus lemas favoritos: “Lo de ‘Suaviter in modo, fortiter in re’, es decir, suave en las formas, firmes en el fondo, cobra más sentido que nunca”. Es la manera ‘junquerista’ de apuntar que ahora la táctica debe de ser otra, y no desafiar en campo abierto al Estado en aquellos flancos donde mejor se defiende este, el de la bandera y la unidad de España, porque es algo que cohesiona a la trinchera constitucionalista. Hay que percutir, a la vez, en el frente social, donde se pueden ganar nuevos adeptos a la causa independentista.

Junqueras pregunta por su familia. Da cuenta de los misterios que rodean a la entrega de cartas. Misivas enviadas hace un mes que no llegan, otras de hace cuatro días que ya ha leído. Hojas de papel que le llegan rotas. Cuando quizá cree que ha sido demasiado crítico con el funcionamiento interno de la cárcel, él solo se enmienda con un “no pasa nada, todo correcto”.

Pregunta por su otra ‘familia’, el partido. Juncà le da detalles. También los que han acudido a visitar a Mundó. Y Junqueras se me queda mirando y me dice, “¿Qué? ¿Lo ves?”. El exvicepresidente se refiere a las entrevistas anteriores cuando yo le preguntaba si el suyo no era una partido muy personalista, muy edificado exclusivamente a su alrededor. Y él me respondía que no, que había un nutrido grupo tras suyo. “¿Ves como en el partido hay talento y compromiso?”

La voz de Junqueras se corta de sopetón. Es la sutil manera en que los funcionarios de prisiones anuncian el fin de la cita. Nos levantamos, saludamos como tantas veces hemos visto en las películas. Alguno cierra el puño a la manera de “’força’”. Junqueras devuelve el saludo. Yo le digo, en voz media alta, para que traspase los dos centímetros de cristal: “¿Nos vemos el lunes en Vic?”, ciudad donde empieza ERC su campaña electoral. Y él, levanta los hombros y responde: “Ja ho veurem [Ya veremos]”.