El Rey emérito había ido poco a poco descafeinando su agenda oficial en los últimos cinco años, desde aquel 2 de junio de 2014 en que anunció su abdicación. En gran parte por deseo propio y en cierta medida porque el equipo de su sucesor, su hijo Felipe, así lo ha considerado conveniente. Para el recuerdo queda aquella conmemoración en el Congreso del 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas en España donde Juan Carlos fue el gran ausente. El entorno del actual jefe del Estado alegó entonces que el diseño del acto se hizo de común acuerdo para dejar a Felipe VI el protagonismo, pero lo cierto es que el malestar de su progenitor por lo sucedido se difundió en la prensa. Algo inaudito. Se trató de correr un tupido velo sobre aquel episodio en Zarzuela y se evitó que algo similar volviera a ocurrir. Se sucedieron los anuncios de presencia del monarca emérito en eventos deportivos y culturales, alguna toma de posesión en Latinoamérica o funerales, una docena de actos vinculados a la ciencia o al mundo académico, reuniones de patronato o corridas de toros… y una desaparición paulatina de reuniones familiares con tradición como los veranos en el palacio mallorquín de Marivent.

Don Juan Carlos se fue difuminando entre bambalinas. Quiso hacerlo discretamente, pero la reciente publicación de algunas grabaciones a su amiga Corinna Larsen -que le achaca el cobro de comisiones ilícitas- le pusieron contra su voluntad de nuevo en el foco mediático. A partir de ahí, goteo mínimo de actividades públicas, dejándose ver hace unas semanas muy afligido en el funeral de un veterano político y amigo, el exministro socialista Alfredo Pérez Rubalcaba.

Ahora, con 80 años a sus espaldas y parte de la historia de España en sus propios recuerdos, anuncia que se jubila y se lo hace saber a Felipe, «con gran cariño y orgullo de padre», a través de una misiva oficial que llega en puertas de que el Rey tenga que abrir juego, de nuevo, para impulsar la XIII legislatura.

Nueva página

«Creo que ha llegado el momento de pasar una nueva página en mi vida y de completar mi retirada de la vida pública.[…]. Con una firme y meditada convicción, hoy te expreso mi voluntad y deseo de dar este paso y dejar de desarrollar actividades institucionales a partir del 2 de junio», apunta en su carta.

Por tanto es probable que cuando el monarca emérito pueda celebrar su jubilación real su sucesor esté enfrascado en la ronda de conversaciones que ha de mantener con los grupos parlamentarios para, sin excesiva demora, proponer una investidura.

Si no hay sorpresas como en 2015 (fecha en que Felipe se estrenó en estas labores viéndose envuelto en varias situaciones de bloqueo institucional), el socialista Pedro Sánchez será el elegido y quien acepte la propuesta que le llegue desde la jefatura del Estado.

En estos tú a tú con el Rey, de nuevo, Cataluña y la crisis territorial de fondo. Esa misma crisis que fue creciendo en la última etapa del reinado juancarlista, que echa el cierre definitivamente, y que marca desde sus inicios y con virulencia la era de Felipe VI.