Las negociaciones, según reclamaban PSOE y Unidas Podemos desde hace semanas, debían mantenerse en una suerte de discreción que, durante los últimos días, ha sido desterrada para airear los envites de unos y otros. Esta nueva estrategia llegó a su culmen cuando, Pablo Iglesias, desde la tribuna del Congreso le lanzó a Pedro Sánchez su ultimísima propuesta para desencallar el diálogo: renunciaba a su exigencia de ocupar el Ministerio de Trabajo a cambio de tener competencias en políticas activas de empleo. El jefe del Ejecutivo recibió el planteamiento con un gesto negativo de cabeza. Pero fue la portavoz socialista, Adriana Lastra, la que terminó por dar carpetazo a esta oferta. Así, el secretario general de Podemos empezó a preparar el terreno para lo que, se prevén, dos meses de conversaciones en pro del pacto si los socialistas están por la labor: "Si usted no acepta nuestra propuesta, le vuelvo a tender la mano. No lleve a los españoles a elecciones. Negocie con nosotros desde el respeto".

Iglesias trató de dar un giro de 180 grados a las negociaciones con esta sorprendente propuesta que llegó a pocos minutos de que comenzara la segunda votación de investidura. Un planteamiento que, explicó, le había recomendado "una persona con mucha autoridad moral en el PSOE" tras escuchar el discurso de Sánchez. El dirigente de Podemos buscaba tentar a los socialistas con la posibilidad de terminar con la agonía de las negociaciones, siempre que aceptasen su nueva condición: "Todavía estamos a tiempo de salvar esta sesión de investidura y tener un gobierno de coalición".

Sin embargo, el supuesto paso atrás de Iglesias no gustó en la bancada socialista, donde la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, le recordaba, como más tarde haría Lastra, que las competencias que exigía pertenecen a las comunidades autónomas. Así, el líder morado, consciente de lo inevitable del fracaso, aseguró que Unidas Podemos se abstendría en la votación en la que sus 42 'sies' eran indispensables para que el candidato a la reelección renovara cuatro años en la Moncloa. Un gesto que, apuntó, deja claro la predisposición del grupo confederal a hacer lo que el secretario general del PSOE "no ha querido hacer durante tres largos meses: negociar un gobierno con respeto hacia el socio".

Ochenta días

Los morados tienen prisa. Dentro del partido de Iglesias defienden no esperar hasta septiembre para sentarse a negociar y propone convertir agosto en un mes hábil. Una idea a la que se sumó que el coordinador federal de IU, Alberto Garzón, que, a través de Twitter, subrayó la necesidad de "cicatrizar las heridas" y poner "toda la energía en llegar a un acuerdo progresista".

Por delante quedan casi dos meses hasta que, el 23 de septiembre, se termine el plazo para investir a un presidente. No obstante, pese a su mano tendida para debatir nuevamente la configuración del Consejo de Ministros y evitar la repetición electoral, Iglesias no quiso escatimar en reproches a los socialistas. "Es muy difícil negociar en 48 horas lo que no se ha querido negociar en 80 días", lamentó, afeando al jefe del Ejecutivo en funciones que hubiera dejado para los últimos momentos la búsqueda de la mayoría que era necesaria para sacar adelante su investidura.

"¿Señor Sánchez, usted cree que, en las últimas semanas, se ha referido a nosotros con el respeto que se merece un socio de Gobierno?", le preguntó a su homólogo en el partido socialista que, desde el asiento reservado al presidente de España, veía crecer la lista de críticas. En este sentido, Iglesias se quejó de que los socialistas habían filtrándo a los medios de comunicación aspectos relevantes de sus conversaciones. Además, acusó a la Moncloa de haber difundido, el pasado miércoles, un texto modificado donde aparecían sus propuestas iniciales : "No nos podíamos creer cuando vimos un documento de propuestas que le entregamos filtrado por su vicepresidencia [Carmen Calvo] en el que habían editado la palabra 'propuestas' para cambiarla por la de 'exigencias".