Una de las historias célebres que a Pablo Iglesias le gusta contar en sus mítines es el duelo entre Mohamed Ali y George Foreman, en el que el primero se impuso por KO y consiguió recuperar su título mundial tras ocho agónicos asaltos. El jefe morado sabe que en los ocho días de campaña que tiene por delante las fuerzas están demasiado igualadas para ganar a Íñigo Errejón por KO, pero su primer movimiento estriba en conseguir que el secretario político suba al ring y ahí desgastarle. Lleva semanas retando al número dos, lanzándole el órdago para un combate de boxeo por la secretaría general, y ante la negativa, Iglesias saca una carta de la manga: como Errejón no le disputa el liderazgo de Podemos decide enfrentarse a él en otra categoría, la de las listas para formar la cúpula del partido.

Por sorpresa, Iglesias encabeza su candidatura al Comité Ciudadano Estatal (CCE) y desde ahí quiere medirse en un cuerpo a cuerpo con el estratega, que trata de esquivarle. Así arranca una campaña de resultados imprevisibles, con 455.000 simpatizantes que pueden votar desde mañana y cuyo resultado se conocerá el próximo 12 de febrero. Nadie se atreve a vaticinar el resultado.

MISMO DÍA Y EN MADRID / El primer gesto de Iglesias después de que ambos dirigentes registraran sus candidaturas por separado fue instalar el marco del duelo frontal. Ayer argumentó que en el cónclave se enfrentan «dos ideas», «dos equipos» y «dos liderazgos» y argumentó que los simpatizantes tendrán que elegir.

Su primer golpe se dio a conocer antes de lo que le hubiese gustado, pero va adelante y fue un desafío en toda regla: contraprogramar el acto de arranque de campaña de Errejón en Madrid. El secretario político había anunciado el domingo que celebraría un encuentro con militantes el sábado a las 12 en los cines Palafox. Ayer se supo que Iglesias había anulado citas en Andalucía y tenía previsto realizar su propio acto también a mediodía y también en Madrid, en la Fundación Diario Madrid. El malestar creado provocó ayer un cambio de última hora y el acto de Iglesias se adelanta a las diez y media. Ambos escenarios son lugares con historia. En los cines, Iglesias habló por primera vez a los simpatizantes de su giro hacia la radicalidad, en octubre. En la fundación, Monedero dio una rueda de prensa para explicar sus presuntas irregularidades fiscales, que terminaron con su dimisión.

Es imposible adivinar cómo recibirá la militancia el intento de Iglesias de presentar la asamblea ciudadana, Vistalegre II, como un duelo. A priori parece contradictorio con el espíritu de unidad que ha venido reclamando en los últimos meses, máxime tras la dimisión de Carolina Bescansa, la cofundadora de Podemos, que se marcha regañando a los dirigentes por establecer una lógica de «choque de trenes». Y sin embargo, también es cierto que el líder se mueve como nadie en el terreno del conflicto, del clima hostil y de la confrontación. Su personalidad incisiva e irreverente ha atraído siempre a gran parte de las bases moradas.

De momento, el errejonismo entra en campaña sin intención de comportarse como si estuviera en un combate de boxeo. Los afines a Errejón insisten en reivindicar la figura de Iglesias y explicar a los militantes que la unidad debe llegar tras el cónclave. ¿Cómo? Votando al líder para secretario general pero eligiendo la candidatura de los dirigentes afines al número dos y seleccionando el rumbo político y organizativo que este propone. Insisten: nadie va a arrebatarle a Iglesias su puesto, no es eso lo que está en juego, sino la hoja de ruta para el nuevo Podemos.

LA ESTRATEGIA / Y también los acompañantes. El líder pone en puestos de salida a su equipo de confianza: Irene Montero, su jefa de gabinete; Vicenç Navarro, economista, y Pablo Echenique, el secretario de organización, que pasó del anticapitalismo al pablismo. A Errejón le arropa buena parte del núcleo fuerte de Podemos. La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre; la responsable de Igualdad, Clara Serra, o los jefes de Internacional y Discurso, Pablo Bustinduy y Jorge Moruno. Todos se sumergen ya en la campaña. «Bailar como una mariposa, picar como una abeja», decía Mohamed Ali; era su estrategia. Cansar al adversario y entonces derrotarle. Y en eso están ahora Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.