Mientras Pedro Sánchez estaba en Osaka (Japón) en la cumbre del G-20 defendiendo la posición internacional de España, Pablo Iglesias se reunió ayer con una veintena de embajadores y cargos europeos ante los que defendió su propuesta de un Gobierno de coalición. El golpe de efecto, por sorpresa y con las negociaciones de gobernabilidad en vía muerta, supone un desafío al presidente en funciones y la demostración de que va a emplear toda la artillería para reclamar su entrada en el nuevo Ejecutivo, donde se arroga la vicepresidencia y pide otros tres ministerios morados. Iglesias escenificó con su encuentro que si Sánchez está entre los líderes mundiales, él también juega en la arena exterior y puede hacer llegar su aliento a la nuca del candidato socialista a 10.600 kilómetros de distancia, justo cuando el PSOE le acababa de pedir «lealtad» para llegar a un acuerdo. Conocida la reunión, la Moncloa fue taxativa al descartar que la diplomacia europea medie en las negociaciones rotas entre ambas formaciones, y reclamó a Iglesias que, en lugar de enrocarse en el resparto de posiciones de poder, se siente a hablar de políticas.

«La interlocución entre políticos del PSOE y Unidas Podemos no necesita mediadores, así de claro se lo digo, ya sabemos bastante de política (...) y de cómo interlocutar. Necesidad no hay. Su relación con los embajadores europeos, si la hay, es de su estricta responsabilidad», zanjó la ministra portavoz, Isabel Celaá, en rueda de prensa desde la Moncloa. Insistió en que el Gobierno «no quiere ir a elecciones» y trató de disipar el pesimismo sobre las escasas posibilidades de que la investidura salga adelante en el mes de julio (el martes se conocerá la fecha exacta). Sin citar directamente a Podemos opinó que sería «frívolo» pensar directamente en una doble vuelta en septiembre y pidió a Iglesias que se siente a hablar de políticas concretas porque aún lo ha puesto sobre la mesa programa alguno. «Vamos a intentar por todos los medios que la investidura se sustancie en julio», comprometió Celaá.

Los morados defienden su iniciativa. Argumentan que en Europa se vive con naturalidad la formación de gobiernos de coalición e insisten que esta fórmula ya opera en 16 países de los 28 estados miembros. Además, repiten la teoría de que Sánchez prefiere gobernar con las derechas, algo que el PSOE y el Gobierno han negado con rotundidad.

Desmentidos / Ajeno a los desmentidos oficiales, Iglesias trató de hurgar en esa hipótesis. «Es lógico que el PSOE esté trabajando en estas semanas para sacar adelante la investidura con la derecha», explicó. Adujo que los socialistas están buscando un pacto con PP y Ciudadanos que les permita «tener la oportunidad de no depender absolutamente» de Unidas Podemos, aunque él mismo admitió que ni Albert Rivera ni Pablo Casado darán su brazo a torcer. Ante este escenario, cree el jefe podemista, Sánchez cometerá «la irresponsabilidad» de repetir elecciones por «una obsesión absurda y fuera de época como un Gobierno de partido único».

No es la primera vez que Iglesias trata de dar un golpe de efecto en un proceso de negociación de investidura. En el 2016, presentó su oferta de coalición de Gobierno a Sánchez (reclamando también vicepresidencia y ministerios) con una contundente puesta en escena en el Congreso, mientras el candidato socialista estaba en la ronda de consultas con el Rey, en la Zarzuela. La cúpula podemista admitió, mucho tiempo después en conversaciones discretas, que había buscado un gesto de aparente mano tendida pero provocador, para destruir, en realidad, toda opción de acuerdo. Mensaje a navegantes.