Pedro Sánchez ha sido investido presidente del Gobierno por mayoría simple tras recibir 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. A partir de este martes, tras conseguir el apoyo de Podemos y la abstención clave de ERC, el líder socialista prevé nombrar un Gobierno de coalición, con Pablo Iglesias de vicepresidente, que tendrá como prioridad absoluta resolver el conflicto político con Cataluña. [Así le hemos contado en directo la investidura de Pedro Sánchez].

Con el margen más estrecho de la democracia, el candidato del PSOE ha logrado sacar su reelección gracias a los votos del PSOE, Podemos, PNV, Más País, Compromís, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe. Como habían anunciado, los grupos del PP, Vox, Ciudadanos, JxCat, Unión del Pueblo Navarro, CUP, el Partido Regionalista de Cantabria, Foro Asturias y Coalición Canaria han votado ‘no’ y los parlamentarios de ERC y Bildu se han abstenido.

Las tres jornadas de debate de investidura han dejado numerosos episodios de bulla, bronca y diálogos rotos. Todas las formaciones que han votado en contra, a excepción de JxCat y la CUP, consideran que Sánchez está poniendo la semilla de un final desdichado para la unidad de España. Esta mañana, antes del definitivo escrutinio, han tomado la palabra en primer lugar Sánchez (10 minutos) y después todos los portavoces, cinco cada uno. Tanto el presidente del PP, Pablo Casado, como el de Vox, Santiago Abascal, han advertido de que el líder socialista está poniendo la unidad nacional en manos de “golpistas” y “terroristas”. Inés Arrimadas (Ciudadanos) ha lamentado que Sánchez se presentara con un programa de dureza ante el independentismo y ahora “vaya a hacer todo lo contrario”.

Ana Oramas, representante de Coalición Canaria, ha roto la disciplina de voto que había decidido su formación y ha votado en contra, como ya había avisado el fin de semana. Oramas considera que el PSOE ha pactado con quienes “no quieren ser españoles” y pretenden destruirla.

En su turno, el candidato a la presidencia ha pedido a PP, Vox y también a Ciudadanos que abandonen el “berrinche”. Sánchez ha insistido en que quiere superar “los contenciosos territoriales” y que lo hará “dentro de la Constitución”. (Informa Pilar Santos)

Hubo nervios, rencor y lágrimas de felicidad pospuestas durante años. El Congreso más dividido de la democracia validó por solo dos votos de diferencia la presidencia de Pedro Sánchez, que abre un nuevo ciclo en España tras cinco años de una parálisis política que ha fomentado la aparición de la ultraderecha y ha incendiado el conflicto territorial. A pesar de la campaña de acoso a diputados, la candidatura socialista salió adelante, en una sesión en la que PP y Vox volvieron a enseñar los dientes, acusando al líder del PSOE de dejar a España en manos de "golpistas" y "terroristas". Pablo Iglesias se echó a llorar, embargado por una emoción compartida por decenas de diputados, y esperó turno para abrazar a un Sánchez desbordado por los abrazos. El presidente solo se permitió las lágrimas después, entre los suyos, en la zona reservada al Ejecutivo. Salió del Congreso y empezó a tomar decisiones. Sorprendentes.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se saludan tras la investidura del primero. FOTO: GETTY

La primera, echar el freno. Lejos de lo que se había especulado, la formación del Gobierno no será en las próximas horas, sino que habrá que esperar hasta la semana que viene. Ya no hay prisas. Ni los socialistas ni tampoco la Moncloa argumentaron la decisión. El entorno del presidente explica desde hace tiempo que tiene a su nuevo gabinete decidido y que la intención era ponerse a trabajar "cuanto antes". Esta premura había llevado a la conclusión de que el primer Consejo de Ministros podía ser este viernes. No será así.

Nada más terminar la votación, mientras socialistas y podemistas celebraban la investidura en restaurantes próximos al Congreso, las filas moradas desgranaron cuáles serán sus nombramientos. Tras conocer que sus socios daban esos detalles, Sánchez tramsitió que él no desvelará hasta la próxima semana quiénes son sus ministros, una decisión que sorprendió en el PSOE y en la Moncloa. Sus colaboradores vienen defendiendo desde hace tiempo que el vicepresidente debe ir siempre un paso por detrás del jefe del Ejecutivo. En público, Sánchez e Iglesias han sellado su idilio, con abrazos y loas. En privado, ambos partidos reconocen que no pueden poner en juego la coalición, pero preparan equipos de perfiles duros para una cohabitación que es una oportunidad y un desafío.

A las once, a Zarzuela

Sánchez acudirá este miércoles a las once de la mañana al palacio de la Zarzuela, a prometer su cargo ante el Rey. Después se abre un 'impasse', hasta que haga pública la formación de un macrogobierno que está ya diseñado. Fuentes próximas al presidente indican que habrá sorpresas.

Donde no las hubo, finalmente, fue en la última sesión del pleno de investidura. A pesar del nerviosismo por lo ajustado de la votación y el miedo a un episodio de transfuguismo o de un accidente de última hora, los números sumaron como estaba previsto. 167 'síes', 165 'noes' y 18 preciadas abstenciones (13 de ERC y 5 de Bildu) . Tan apretado era el marcador que la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, iba anotando cada voto mientras los diputados iban pronunciando sus posiciones.

Clima tóxico

En el hemiciclo, que siguió agitando la crispación, más cerca un estadio deportivo que de un Parlamento, Sánchez empleó su última intervención antes de votar para apelar a las derechas a que rebajen la tensión. Les pidió que no contagien ese clima de irritación a la sociedad, que superado el debate de investidura dejen los excesos y vuelvan al consenso. Reclamó dejar atrás "el berrinche", el "clima tóxico" generado por la "frustración y la amargura" de perder las elecciones. Apeló a la calma, parafraseando al presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, una cita que volvió a enervar a las bancadas conservadoras, que se revolvieron con abucheos. "Todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río".

Enfrente se encontró con una derecha radicalizada que volvió a hablar de traición, romper España y terrorismo. Pablo Casado volvió a sonar como Vox. Tan duro, que Iglesias se preguntó si quien puede acabar por tumbar a la Monarquía es, justamente, el discurso ultramontano de PP y Vox. Compromís les afeó "falta de educación". Íñigo Errejón felicitó un Gobierno que, dijo, llega cuatro años tarde. ERC dio voz a los presos con un discurso duro de la diputada Montse Bassa (hermana de la 'exconsellera' de Treball encarcelada, que habló del dolor de los presos y aseguró que la gobernabilidad le importa "un comino". Al final del pleno, en plena la ovación, Iglesias llevó un inmenso ramo de flores a la diputada Aina Vida, enferma de cáncer, cuyo voto era imprescindible. Se deshizo en lágrimas. Los aplausos continuaban. Mientras Podemos gritaba "Sí se puede", el portavoz de los republicanos, Gabriel Rufián, con gripe, se marchó rápido. Fue, quizá el único de los artífices de la investidura que no se acercó al escaño de Sánchez a felicitarlo. Había cola. (Informa Iolanda Mármol).