Fátima Báñez (Huelva, 1967) es el prototipo de aguerrida militante del PP que, sea en el Gobierno o en la oposición, hará el encargo de forma pulcra y siempre a gusto del jefe. Es la que da la cara cuando se necesitan declaraciones públicas con tintes de eslogan electoral y cede el paso a sus segundos cuando hay que arremangarse con los datos.

En esta legislatura en la que el paro alcanzó a seis millones de personas y se aprobó una de las reformas laborales más destructoras de empleo que se conozcan, Báñez ha sabido no quemarse, mostrar un perfil bajo y mostrar sus cualidades dialécticas en el Parlamento haciendo oposición a la oposición, cuando ha sido necesario.

Con los agentes sociales, especialmente con los sindicatos, ha evitado mostrar los dientes, lo que le ha permitido tener controladas las subidas de la tensión social, pese a las movilizaciones parciales y dos huelgas generales. Con un escasísimo contacto con los medios de comunicación (dos veces en el ministerio en cinco años), se ha expuesto poco, con lo cual no se ha desgastado.

Licenciada en 1992 en Derecho y Ciencias Económicas por la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantabria, su vida laboral ha estado casi siempre en la política. Llegó al comité ejecutivo del PP deAndalucía en 1996 y, desde entonces, su carrera no ha sido más que ascendente. Ha sido mano derecha del que fuera presidente del PP en Andalucía, Javier Arenas, vicesecretaria de economía y empleo de la organización conservadora andaluza y consejera de RTVA hasta el año 2000, momento en el que dio el salto a la política estatal al lograr por primera vez su escaño en el Congreso de los Diputados.

CARTERA DELICADA

Dada su especialidad académica y su facilidad para la esgrima verbal, Báñez, como diputada, ha sido portavoz adjunta del Grupo Popular, coordinadora del área económica y portavoz de temas presupuestarios, materia en la que fue estrecha colaboradora de Cristóbal Montoro. Y junto a este y bajo el manto protector de la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría, fue reclamada hace cinco años por Mariano Rajoy para una cartera que de Trabajo pasó a llamarse Empleo, de la que sabía que con todas las dificultades de la crisis, resistir era vencer.