Ochenta y dos años después de que les quitaran la vida en las trincheras o ante un pelotón de fusilamiento, los cuerpos de Manuel y Ramiro Lapeña Altabás, Pedro Gil Calonge y Juan González Moreno están algo más cerca de descansar en paz. Legalmente se puede recuperar sus huesos y devolverlos a sus lugares de origen en Aragón, Soria y Málaga, donde los esperan sus descendientes 59 años después de que el franquismo los sacaran de sus fosas y, sin pedir permiso a las familias, los llevaran al Valle de los Caídos. Los trabajos de exhumación se iniciaron ayer, aunque con trabas al negar el Gobierno el acceso a las familias de las víctimas.

Para saber si el retorno es técnicamente posible, peritos del Instituto Torroja, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entraron en las criptas, bajo la enorme cruz que preside el paraje de Cuelgamuros, para averiguar si es seguro hacer obras, dado el avanzado estado de deterioro de todo el monumento.

Durante dos días, los peritos harán catas en el tercer nivel del columbario de la capilla del Sepulcro, taladrando para meter microcámaras con las que observar cómo están los restos y sus cajas. En ese columbario están, entre otros, los huesos de 81 republicanos fusilados en Calatayud.

Las familias esperan el resultado de un informe técnico que aún no tiene fecha de entrega. Nietos y sobrinonietos que la mañana de ayer se habían levantado a las cinco para coger un AVE en Barcelona -como la familia del soldado nacional Pedro Gil-, o a las cuatro para viajar en coche desde Zaragoza -como los parientes de los republicanos Lapeña-, no pudieron llegar hasta los restos de sus antecesores. Patrimonio Nacional les denegó el acceso. Se quedaron a las puertas del mausoleo, junto a la caseta de recepción para turistas, y bajo un escudo forjado en hierro con el escudo de Franco, el yugo, las flechas, un águila bicéfala y una cruz con la palabra «Pax».

«Es un momento histórico -declaró en ese lugar el abogado experto en memoria histórica Eduardo Ranz-. Hace décadas, unos demócratas fueron fusilados y secuestrados junto a su verdugo, y hoy los nietos podrán iniciar el camino para darles un entierro digno. Por primera vez la sociedad española va a ser testigo de la entrada en la fosa más grande del mundo, bajo la cruz más grande del mundo, y esto dentro del Estado de derecho».

Ranz hablaba en nombre de familias que litigan desde hace seis años, y con peticiones aún no resueltas. El prior benedictino que custodia el monumento, Santiago Cantera, no salió a recibirlas. «No está ni se le espera», dijo Ranz, insistiendo en que «ninguno de estos trabajos se realiza desde el revanchismo». Purificación Lapeña, una de las nietas congregadas a la puerta del Valle de los Caídos, explicó: «Esto no es una cuestión de ideologías: los restos que hay en este lugar no deberían estar aquí, pues se los llevaron sin permiso».

OTROS INTENTOS / Esta no es la primera vez que se intentan abrir los osarios de Cuelgamuros. En 1980, familias de Lodosa (Navarra), con un discreto proceso burocrático, recuperaron 133 cadáveres. En 1990, por filtraciones de agua, fueron trasladados restos de la capilla del Santísimo a la capilla de la Virgen del Pilar. En el 2010, la piqueta volvió a la cripta para realizar catas para un informe encargado por el Ministerio de la Presidencia. Los trabajos fueron secretos hasta que los destapó Interviú. Se abrió la pared de la capilla de la Virgen de África. Los peritos certificaron un grave deterioro que, en su opinión, hacia imposible la identificación y separación de cuerpos. Las familias ahora tienen la esperanza de que el deterioro no sea tan grave.