El diccionario de la RAE define la expresión cordón sanitario como el «conjunto de elementos, medios, disposiciones, etc, que se organizan en algún lugar o país para detener la propagación de epidemias, plagas, etc». En política, se refiere a los acuerdos entre partidos para aislar e impedir el acceso al poder de fuerzas consideradas extremistas o antidemocráticas. El PP lleva días enredado con el cordón sanitario en el que el PSOE y Unidas Podemos pretenden involucrarle para evitar que la ultraderecha de Vox se haga un hueco en la nueva Mesa del Congreso, que se constituye el martes.

El presidente del PP, Pablo Casado, y los principales dirigentes del partido no dejan de repetir a diario que no están dispuestos a «tejer ningún cordón sanitario frente a partidos constitucionalistas como Vox», en palabras del propio líder de los populares antes de activar ayer el ventilador y emplazar a los periodistas que le interrogaban por esta cuestión a preguntar «si el PSOE va a tejer cordones sanitarios con ERC, con Bildu o con JxCat».

«Espero que les pregunten a un diputado socialista qué opina de que se estén negociando los presupuestos de Navarra con Bildu, los herederos de Batasuna, el partido que legitima el asesinato de 800 personas en España y que no ha perdido perdón a las miles de personas que ha tenido que abandonar su hogar», reclamó Casado antes de remachar: «El cordón sanitario nos lo están practicando a nosotros».

Más allá de ventiladores, el PP continúa sin aclarar el quid de la cuestión, que es si está dispuesto a prestarle diputados a Vox para que cuente con representación en la Mesa. Porque los ultras por sí solos no tienen garantizado el asiento en el órgano rector de la Cámara baja.

Las combinaciones

PSOE y Unidas Podemos quieren asegurarse la mayoría en la Mesa, designando a cinco de los nueve miembros, y se han ofrecido a ayudar a PP y Cs a repartirse los cuatro restantes a cambio de su colaboración para excluir a la extrema derecha. La otra vía que tendrían las izquierdas para superar los 52 votos de Vox sería renunciar a la vicepresidencia primera, o bien sumar 200 votos. Al PP le gustaría que Ciudadanos tuviese un asiento, pero no puede prestarle ayuda sin dársela también a Vox y, así, participar en el cordón sanitario de la izquierda.

Si el PP facilita el acceso de Vox a la Mesa, su actitud contrastará con la de varios de sus partidos hermanos europeos. Por ejemplo, hace dos años, la CDU de Angela Merkel no dudó en sumarse al cordón sanitario que cerró el paso a los ultras de AfD.

En el caso del Congreso, solo en una ocasión se excluyó de la Mesa a la tercera fuerza. Fue en 1993, en la última legislatura de Felipe González, cuando el PSOE dejó fuera a IU para darle una silla a CiU y otra al PNV, con quienes luego se apoyaría para la investidura.