Dolores Delgado es la fiscala de la Audiencia Nacional que coordina la lucha contra el terrorismo yihadista. Investiga los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils, de los que no quiere decir nada porque las pesquisas, que avanzan en distintas direcciones por parte de los Mossos d’Esquadra, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, siguen bajo secreto de sumario. Con la candidatura de la Unión Progresista de Fiscales (UPF), Delgado se presenta a las elecciones al Consejo de la Fiscalía, que el 21 de marzo elegirá a sus nuevos representantes.

--No puede hablar de la investigación del 17-A, pero sí explicar qué hemos aprendido de unos atentados que dejaron 16 muertos…

--Que fue una expresión del mismo terrorismo yihadista que está padeciendo el resto de Europa. Y del mundo. Parece que en suelo europeo en los últimos meses hay una época de calma. Pero los ataques no cesan. El pasado mes hubo atentados en el Chad y en Mali. En la región del Sahel la actividad yihadista está aumentando.

--Los terroristas no tenían experiencia pero pretendían llevar a cabo una auténtica masacre con bombas que evitó la explosión de la casa de Alcanar. El Estado Islámico no había intentado hasta la fecha atacar así en Europa.

--El terrorismo yihadista cambia constantemente. Pero en España, con Al Qaeda, ya padecimos los atentados del 11-M del 2003, con mochilas bombas en distintos trenes de cercanías. El Estado Islámico cambió esa forma de actuar. Ahora la organización posee herramientas de propaganda -con sus propias productoras- y sabe usar como nadie las redes sociales y las aplicaciones de móvil. Esto ha supuesto un serio problema de expansión y de mutación terrorista. Los mensajes que elaboran logran que ciudadanos europeos se hayan ido a combatir a Siria, del 2012 al 2016. En España se han generado diversas células de captación, dedicadas a radicalizar a jóvenes dispuestos a emigrar a zona de combate o a atentar aquí. Siempre es la misma consigna: "Te unes al califato universal o te quedas y atacas aquí". Se les ordena cometer atentados pero también cómo hacerlos. En un principio eran decapitaciones, sobre todo, de policías y de personajes relevantes. También en espacios con multitudes. Después llegaron los ataques del 13 de noviembre del 2015 en París o del 22 de marzo del 2016 en Bruselas.

--¿Cómo se combate la radicalización de una célula de captación?

--Necesitamos nuevas herramientas legales. La asignatura pendiente es la ley de protección de testigos. La actual sigue siendo de 1994. Ha quedado obsoleta, desfasada. Se redactó pensando en una criminalidad organizada dedicada al tráfico de drogas. No estaba preparada para los entornos familiares en los que se engendra el terrorismo yihadista, porque son las personas más cercanas al sujeto quienes ven que alguien se está radicalizando. Que está cambiando. No físicamente, sino interiormente, mentalmente. Para detectar esos cambios hay que estar muy cerca. La familia que entiende que esos cambios son un peligro en primer lugar para su propio hijo es también la que acabará contactando con la policía. Pero la responsabilidad del Estado es garantizar la seguridad de esta familia, y hacerlo a través de una buena ley, con presupuesto. Los familiares deben sentires seguros cuando denuncian. Porque su ayuda es una fuente para iniciar una investigación policial y, más adelante, una prueba de gran valor durante el juicio. Pero hay que darle a esta gente la oportunidad de cambiar de vida después del juicio. Eso es una garantía para el estado. Eso es fundamental. También lo es comenzar a sacar partido de la inteligencia judicial.

--¿"Inteligencia judicial"?

--Hace falta trabajar con perspectiva judicial, interconectando procesos. Ya lo estamos haciendo. Porque cada vez nos damos más cuenta de que una misma persona con antecedentes por yihadismo puede aparecer en diversos procesos. Algunos tal vez archivados o por delitos cometidos en otros países. Necesitamos recuperar ese pasado judicial.

--¿Cómo valora la labor antiyihadista de los Mossos?

--Son un cuerpo muy cualificado, muy preparado, que se esfuerza en mejorar. En la operación Caronte -una célula desmantelada en Terrasa integrada por 10 personas que ya estaba en condiciones de atentar- hicieron un gran trabajo. Hubo un agente de los Mossos que se infiltró en esta célula, fue muy valiente. Durante el juicio, al relatarnos lo que vivió, logró que todos los presentes en la sala que lo escuchábamos sintiéramos qué significa realmente estar dentro de una célula yihadista. Este mosso vivió en sus carnes qué es un proceso de radicalización. Porque intentaron hacer con él el mismo lavado de cerebro que hacen siempre. Los Mossos son necesarios para combatir el terrorismo del Estado Islámico. También lo son la Guardia Civil o el Cuerpo Nacional de Policía. Lo son todos. Lo importante es la suma de esfuerzos.

--Precisamente en la operación Caronte… no hubo una buena suma.

--En Catalunya hay una concentración de investigaciones yihadistas que no se da en el resto de España, salvo en Ceuta y Melilla. Esto provoca que a veces los tres cuerpos (Mossos, CNP y GC) coincidan investigando al mismo sujeto. Esto no es descoordinación policial. Porque se habla y se decide quien se queda el caso. Con Caronte, se acordó que lo llevaban los Mossos. Pero hubo terceras personas (del CNP) que no lo respetaron. Esto se denunció, incoó diligencias y, finalmente, se archivó. La descoordinación policial llega cuando, después de hablarlo, sigue habiendo una forma de actuar que pone en riesgo la seguridad. Esto no puede suceder.