Saben bien los dirigentes políticos que hay campañas que se podrían haber ahorrado porque el voto estaba decidido mucho tiempo antes y no cambió de lado. Saben, también, que hubo contiendas de vértigo muy productivas para arañar el puñado de papeletas que entregaban las llaves de la Moncloa. Pero ninguna pugna electoral en la historia de la democracia española ha sido tan imprevisible y determinante como la del 28-A.

El electorado elige cada vez más tarde su voto: entre el 20 y el 25% de quienes dicen que irán a las urnas todavía no ha decidido a qué partido votará. Son datos de Metroscopia. Su investigador principal, José Pablo Ferrándiz, los denomina «decididos indecisos».

Eso se debe a que hay mayor oferta y la elección es más sofisticada, porque incluye qué pactos postelectorales pueden darse. Y la aparición de Vox ha fomentado un tráfico incesante de electores entre las formaciones de derechas.

La llegada de Podemos y Ciudadanos a la contienda electoral en el 2015 añadió cotas de imprevisibilidad. El escenario es todavía más endiablado ahora y la campaña puede resultar fundamental para la toma de decisiones.

Ya lo fue en las elecciones más recientes, las andaluzas del pasado 2 de diciembre. En las últimas generales el 22,7% decidió su voto durante la campaña. En las elecciones andaluzas ese índice subió al 31,4%. Estos análisis concluyen que fueron los votantes de Vox y los de Ciudadanos los que más tardaron en elegir. El 58% de quienes votaron al partido de Santiago Abascal tomaron su decisión durante la campaña. Cs quedó partido en dos: la mitad de su electorado (49,8%) dice haber tenido claro el sentido de su voto antes de la contienda electoral pero otro 49% tomó su decisión en campaña.

«Los procesos de elección de voto son cada vez más complicados. Hay una mayor oferta de partidos y estamos ya en un escenario a la nórdica, en el que no solo elegimos a un partido, sino qué coalición gobierna», sostiene Ismael Crespo, doctor en Ciencias Políticas.

Ignacio Varela, asesor político, admite que todos los partidos están haciendo sus campañas en referencia al voto estratégico. Albert Rivera ha impuesto el veto a pactar con el PSOE. Pedro Sánchez alerta del riesgo de un tripartito de derechas. Pablo Casado sugiere que Ciudadanos acabará por apoyar a los socialistas. Sin embargo, Varela no comparte la tesis de que el elector posponga su decisión porque esté pensando en esos pactos postelectorales. «No he creído nunca en el voto estratégico. La gente no vota con la calculadora en la mano», defiende.

A su juicio, el dilema que viene en las próximas elecciones reside en que se trata por primera vez de una disputa a cinco partidos con diferencias de solo 15 puntos, lo que va a hacer que en la mayoría de provincias los escaños se vayan a decidir por «diferencias infinitesimales». «Antes sabías de antemano qué resultados iba a haber en 35 provincias. Te jugabas las elecciones en las 15 restantes. Ahora solo soy capaz de predecir una: Soria», admite Varela.