Iñaki Urdangarin (Zumarraga, 1968) pasó de ser un yerno ejemplar a un escollo que esquivar. La familia real intentó apartarle para no ensuciar su nombre, revocándole el título de duque de Palma, pero se ha convertido de todas formas en el primer familiar de un Rey condenado a prisión en democracia. En poco tiempo, ha pasado del cielo al infierno: de deleitarse de realezas a plantarse a las puertas de su entrada en la cárcel.

Discreto y disciplinado, fichó a los 17 años por el F. C. Barcelona de balonmano. Lucía con honor el número siete a sus espaldas, por los hermanos Urdangarin Liebaert. Vivió con especial ilusión los juegos olímpicos de Atlanta 96, evento en el que conoció a la infanta Cristina. Tres años después decidió poner punto y final a su carrera con un cuantioso palmarés y abalanzarse al terreno empresarial. Había cursado Empresariales y un Máster en Formación e Intervención de Empresas y Business Administration en ESADE, y eso le abría el camino para explorar un terreno con el que marcarse un perfil propio.

En las aulas conoció a Diego Torres, que ejercía como profesor asociado. Su feeling les llevó a retomar juntos el Instituto Nóos en el 2004. Torres lo había lanzado sin demasiado éxito en el 1999, pero vieron la oportunidad de potenciar el caché y a las habilidades sociales del duque de Palma. Sus contactos le apremiaron con el cargo de dirección y con cuantiosas cantidades de dinero, con el que adquirió un palacete en Pedralbes (Barcelona). La finca es hoy la perfecta metáfora de su vida: supuso la escenificación de su acomodado negocio, fue uno de los motivos de sospecha y ya está en manos de un magnate saudí.

Arrinconado

En el 2006 se colocó como consejero de Telefónica Internacional. Los cuchicheos y rumores ya recorrían la opinión pública y se acrecentaron cuando la empresa facilitó su marcha a Washington. Urdangarin, la infanta y sus cuatro hijos (Juan, Pablo, Miguel e Irene) hicieron las maletas para acompañar a su padre en su nuevo cargo como presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica y Estados Unidos.

Se avecinaba la tormenta. Las pesquisas por el caso Palma Arena revelaron los primeros indicios que apuntaban vínculos entre el Gobierno Balear y el Instituto Nóos. El juez José Castro no quiso dejar cabos sueltos y abrió una pieza separada para indagar si el yerno del entonces Rey podría verse envuelto en una trama de corrupción.

La Casa del Rey ya no podía sostener tantas presiones y en noviembre del 2011 le apartaron de toda actividad pública aprovechando un primer registro en la sede empresarial. Solo se volvieron a encontrar cuando visitaron a Juan Carlos en el hospital después de una operación de cadera en el 2012. Telefónica también quiso desentenderse de él y camuflaron como excedencia temporal su cese. No tardó en llegar su primera citación judicial. El 27 de febrero del 2012 se declaró inocente y defendió su actividad profesional. En un claro intento de mostrar colaboración con la justicia volvió a Barcelona, pero pronto organizó su nueva marcha. Esta vez a Ginebra (Suiza).

"Amigable componedor"

Centró todos sus esfuerzos en intentar desvincular a la infanta Cristina de la trama. Pero no ayudaba que hubiese ocultado parte del dinero a través de la empresa Aizoon, de la que ella era titular al 50%. Felipe VI, una vez coronado, se apresuró a revocarles el título de duques de Palma que ostentaban desde su matrimonio en el 1997. Su mujer mantuvo fiel, aunque eso supusiera atrincherarse contra su familia. "Estoy plenamente convencida de su inocencia", aseguró ante el tribunal.

Urdangarin defendió que nunca se ocupó de temas contables, financieros ni fiscales en la empresa y llegó a espetar que "no se puede demandar al olmo por no dar peras". Buscó convencer a los jueces de que él solo era un "amigable componedor" y un "mediador sin conocimientos de Derecho Administrativo". Y así le cargaba la responsabilidad a Torres, con el libró una agria batalla en los banquillos.

Su exsocio también basó su defensa en el ataque. Probó por activa y por pasiva que la familia real resultase condenada insistiendo en que supervisaba las actividades de Nóos. La Casa del Rey lo negó y Urdangarin desmarcó en su último día de declaración al rey emérito de sus negocios.

Cristina resultó absuelta pero Urdangarin deberá cumplir cinco años y diez meses entre rejas.