Cuando en julio del 2014 Jordi Pujol Soley confesó que había heredado de su padre un patrimonio en el extranjero que nunca -desde 1981- encontró el momento de regularizar, Catalunya quedó conmocionada. El presidente, repetidamente elegido, varias veces con mayoría absoluta, era un defraudador fiscal. El padre de la Patria que se erigía en la gran autoridad moral del país había sido un gran político -dominó Catalunya durante muchos años y ejerció gran influencia en España, a menudo positiva-, pero también un farsante.

Ahora, cuando, tras varias incidencias y declaraciones ante los jueces, su primogénito, Jordi Pujol Ferrusola -que exhibió prepotencia y orgullo de aparente superdotado en su comparecencia ante el Parlament-, ha sido enviado a prisión sin fianza por haber aprovechado la libertad provisional para intentar poner a buen recaudo unos 30 millones de euros, la conclusión es mucho más grave.Pujol Ferrusola parece el administrador de un descomunal patrimonio familiar que solo se ha podido acumular a través de comisiones a cambio de favores políticos. Jordi Pujol Soley solo podría ser, pue,s o un bendito que quería ignorar lo que hacían sus hijos o, no ya un farsante, sino un gobernante corrupto, integrado en lo que el juez José de la Mata califica de "organización criminal".

Y esta conclusión fuerza a revisar la historia reciente de Catalunya. CDC fue un partido como mínimo muy crédulo que se dejó utilizar; la oposición catalana -aunque en grado mucho menor- pecó de lo mismo, así como la siempre ensalzada sociedad civil. E incluso la prensa y los medios de comunicación. ¿Hubo exceso de ingenuidad, ausencia de información, o de pruebas de algunos insistentes rumores, cierta connivencia, miedo a plantar cara a quién se erigía en la máxima e indiscutible autoridad moral del país? Posiblemente de todo un poco.

No era Madrid -como ahora se dice- quien hacía la vista gorda a los manejos de la familia Pujol, era la propia sociedad catalana. Y quizá el intento de juzgarle por la mala gestión de Banca Catalana, de la que fue responsable durante el franquismo, al acabar fracasando, fue su blindaje definitivo. Todos le recordamos gritando que el Gobierno de Madrid había hecho una cosa indigna por la querella de dos fiscales de Barcelona. Y nadie quería exponerse a recibir un trato similar.

¿UNA MANIOBRA DE DISTRACCIÓN?

Alguien decía este miércoles que los registros en las casas de los Pujol eran una maniobra de distracción para que la opinión pública no estuviera solo pendiente del gran escándalo del PP madrileño, con Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, en prisión, y con el otro hombre fuerte de Esperanza Aguirre,Francisco Granados, en la cárcel desde hace más de dos años. Quizá, pero lo que pone de relieve lo de Madrid -que descalifica al PP en su principal plaza fuerte- es que la corrupción es un cáncer que ha sacudido y dañado la confianza en la democracia de toda la ciudadanía española. Quizá fue por eso que de forma premonitoria el diario 'ABC' otorgó en otro tiempo a Jordi Pujol el título de Español del Año.