El debate que el Congreso celebró ayer, con una larga comparecencia del presidente del Gobierno, fue el primer acto de la campaña de las generales del próximo 28 de abril. La crisis de Venezuela, el brexit y el uso por parte de algunos ministros de sociedades patrimoniales son asuntos que interesan a los ciudadanos. Han provocado acalorados debates en la calle, pero en el Parlamento fue imposible. Ante la cercanía de los comicios, todos los oradores, incluido Pedro Sánchez, optaron por el cuerpo a cuerpo, centrándose en asuntos que poco tenían que ver con el orden del día. Sobre todo, Cataluña.

Los socialistas aprovechan casi cada oportunidad que tienen para atacar a Albert Rivera. También a Pablo Casado, pero en especial a Rivera. Los principales dirigentes del PSOE y el Gobierno llevan tiempo argumentando que más allá de la movilización de su electorado tradicional, solo pueden crecer a costa de Ciudadanos. Podemos, explican, ha tocado suelo y no va a perder más apoyos. Así que se esfuerzan en atacar al líder naranja, que en los últimos tiempos les ha dado un jugoso material con su pacto en Andalucía, la manifestación en contra de Sánchez junto al PP y Vox y su rechazo a pactar con los socialistas tras las generales.

LA «PESADILLA» DE CASADO / Nada más comenzar su intervención inicial, Sánchez señaló: «Con la ultraderecha no se puede ir ni a la vuelta de la esquina». Sánchez pasó entonces a desgranar los asuntos que le habían traído al Congreso. Puso la mano por sus ministros («cumplen con sus obligaciones fiscales», dijo, en referencia a los casos de Pedro Duque, Isabel Celaá y Nadia Calviño), defendió la posición española en Venezuela, donde se ha reconocido a Juan Guaidó como presidente para que convoque elecciones, y anunció que el Gobierno aprobará mañana un real decreto con los planes para el caso de un brexit sin acuerdo.

Pero nadie le siguió el juego, con la excepción de Pablo Bustinduy, de Podemos; Aitor Esteban, del PNV, y Joan Tardà, de ERC, que no quiere repetir como diputado en la próxima legislatura. Rivera acusó a Sánchez de ser el «sectarismo en persona» y la «muleta» del soberanismo catalán. Casado, tan o más duro que el líder naranja, sostuvo que Sánchez se había dejado «devorar» por los independentistas y había vendido la «soberanía» española. «El 28 de abril, España despertará de su pesadilla», concluyó.

Así que después, en la réplica, Sánchez se adentró en el mismo terreno transitado por sus adversarios. Cargó contra Casado y Rivera. «No pueden venir aquí a soltar un mitin y a faltar el respeto», dijo. Minutos después, pronunció una frase más propia de un mitin: «Si pido algo a los españoles es que el 28 de abril den la espalda a la mentira y la crispación y la confrontación territorial, que es lo que ustedes están haciendo», señaló.

El próximo Congreso, en cualquier caso, traerá profundos cambios en el grupo socialista, que pueden llevar a que solo repitan 30 de los 84 diputados actuales, según las fuentes consultadas. Sánchez quiere una renovación a fondo («purga», dicen los críticos), que en la última batalla orgánica se posicionaron a favor de Susana Díaz. El líder del PSOE ha pedido a sus ministros que vayan en las listas y casi todos han aceptado. Salvo dos, explican en la dirección del partido. Uno de ellos es Pedro Duque, titular de Ciencia. El otro lo anunciará en los próximos días.