«Pedro Sánchez es el presidente más radical que ha tenido España». «El sanchismo es ruina». «Vox no ha gobernado ni una concejalía». «Albert Rivera sería un excelente ministro de Exteriores». Los mensajes más repetidos por Pablo Casado y otros miembros del PP estos últimos días tienen que ver con los otros dirigentes, no con su partido ni las iniciativas que plantean a los votantes en las elecciones generales del 28 de abril. Casado no ha conseguido marcar agenda por ahora. El PP parece seguir en una fase nostálgica de cuando era la única sigla en la derecha. Da muestras de no haberse adaptado todavía a la nueva realidad en la que debe competir con los ultras y Ciudadanos por el mismo espectro electoral. Dos ejemplos: el líder de los populares ha rogado a Vox que no se presente en las provincias pequeñas y, a los naranjas, que se coaligaran con ellos en el Senado.

En la planta noble de Génova y en los despachos de una agencia de comunicación se busca cómo recuperar el timón de una campaña en la que por ahora las iniciativas planteadas han pasado sin pena ni gloria. «Del retrovisor tenemos que pasar a los prismáticos», señala un asesor de Casado sobre la necesidad de plantear una España de «futuro e ilusión» y dejar de vigilar y responder los «envites» de Santiago Abascal y las ofertas de «gobierno de coalición» de Rivera.

SIN PROGRAMA / Los conservadores, que todavía no han presentado su programa electoral, han ido adelantando algunas ideas como la ley de armonización para la unidad del mercado, su «revolución fiscal» (con la eliminación de los impuestos de sucesiones, donaciones, patrimonio y actos jurídicos documentados, entre otras medidas) y el plan para el sector del automóvil y han conseguido un eco muy limitado. Este viernes los populares debatían qué estrategia seguir a partir de ahora para corregir la campaña, dirigida por el vicesecretario de Organización, Javier Maroto.

Casado considera que tenía el mandato de su partido de «renovar» el PP, pero esos fichajes, sin entrar a analizar las cualidades de los elegidos, no han centrado los focos ni un solo día, porque su incorporación llevó pareja la purga de sorayistas y el malestar interno se impuso en el debate público. Todavía peor ha sido el estreno de Adolfo Suárez Illana, el número dos de Casado en las listas, que en su segunda entrevista, en Onda Cero, se enredó con el aborto y dijo que «los neandertales también lo usaban» y que «en Nueva York hay una ley por la cual se permite después del nacimiento». Suárez Illana tuvo que rectificar horas más tarde.

VOCES DISCORDANTES / La presidenta y candidata del PP valenciano, Isabel Bonig, pidió hablar de la maternidad «en positivo», algo que Casado ya había decidido hacer un mes atrás cuando, después de mostrar su deseo de derogar la actual ley y volver a la de 1985, se vio obligado a escuchar algunas voces discordantes en su partido y moderar sus planteamientos. La solución fue que el PP esperaría al Tribunal Constitucional, que lleva ocho años estudiando un recurso que precisamente presentaron los conservadores contra la norma en vigor.

En Génova confían en que el miedo a que «siga el sanchismo» y su posible alianza con «los independentistas, los comunistas de Podemos y los batasunos», como repite Casado cada día, sirva de elemento movilizador de su electorado, aunque admiten que el adelanto de las urnas decidido por Sánchez, les aguó en parte esta estrategia electoral.