Las casi tres horas de reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado fueron estériles en cuanto a acuerdos, pero sustantivas en el reparto de posiciones de un nuevo tablero político desecado por la desconfianza mutua. El jefe de Gobierno reconoce al nuevo líder del PP como jefe de la oposición y adversario principal a con quien disputar, lo que relega a Albert Rivera a un papel secundario. A partir de ahí, espinas. Ambos dirigentes evidenciaron en su primer encuentro, ayer en la Moncloa, que la polarización va en aumento y podría volatilizar incluso entendimientos de Estado, que ahora están en juego.

Sánchez y Casado se miran de reojo en una desconfianza en dos direcciones y se advierten mutuamente que estarán vigilantes. Casado, con la vista puesta en Cataluña. El jefe conservador alertó de que si el presidente del Gobierno «cede» a los «chantajes de los independentistas» su posición será «firme» y amenaza con plantear un nuevo 155 endurecido que incluiría la intervención de TV-3. «Me quiero fiar pero tendremos que estar expectantes», anunció Casado en la rueda de prensa posterior a la reunión. Preguntado por si confía en el presidente, sugirió que no es así. «He sido elegante. He dicho que quiero fiarme [de Sánchez] por no decir que no me fío», abundó.

Casado advirtió de que mantendrá una «oposición frontal» al independentismo y a las «políticas de apaciguamiento» impulsadas por el Gobierno. El acuerdo de Estado que Rajoy y Sánchez sostuvieron respecto a Cataluña con la aplicación del 155 se tambalea. Casado entiende que en su deber de hacer una oposición «responsable» está también velar por la unidad de España.

Tras la reunión, el PSOE reclamó a Casado que sea leal y también le envió un mensaje de advertencia. «Puede ser el inicio de una nueva etapa, pero en la que estaremos atentos si Casado vuelve a caer en la tentación de hacer demagogia partidista en temas de Estado», avisó la presidenta socialista, Cristina Narbona, quien reprochó al conservador sus declaraciones respecto a la inmigración. «No es xenofobia, es responsabilidad», defendió Casado. Alegó que no es tampoco un «radical», sino alguien que defiende sus ideas con firmeza.

Habló Casado con hiel de la pérdida del Gobierno, a pesar de tener más escaños que el PSOE. Los socialistas le piden que «deje de mirar atrás», que asuma que el tablero de juego ha cambiado y que debe ser leal.