Aunque muchos lo ignorábamos, existe en España una Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, como si no bastara con la Fundación Francisco Franco para crear mal rollo y ejercer de siniestro Pepito Grillo de la democracia. Dicha asociación, como ustedes ya sabrán, la acaba de tomar con Dani Mateo y El Gran Wyoming por dar su sincera opinión sobre lo que les parece el Valle de los Caídos: concretamente, con perdón, una mierda. Les acusan de ofender los sentimientos religiosos de muchos españoles, aunque los artífices de El intermedio iban más bien en la dirección de la ética y la estética, ausentes ambas para ellos -y para mucha gente más- en el valle de marras.

En el caso de Wyoming se trata de una nueva entrega del odio que le dispensa nuestra extrema derecha, que ha decidido convertir a un humorista en su bestia negra, cuando el hombre solo es un progre de manual, a veces muy gracioso, a veces no tanto -yo de él me desharía de esa impronta tan madrileña, ya algo rancia, que remite a Arniches, Muñoz Seca y la revista La Codorniz-, pero más inofensivo de lo que creen sus enemigos, que lo detestan sin ambages.

Amigo común

Yo no le conozco de nada, pero siempre me ha caído bien, sobre todo por lo que me contaba de él un difunto amigo común, el guionista Juan Potau, y porque estaba estupendo en Muertos de risa, la incomprendida película de Álex de la Iglesia, que aparentaba ser una comedia, pero era en realidad un dramón de padre y muy señor mío. Y está en su derecho de que la cruz del Valle de los Caídos le parezca una mierda. Otros han abogado por la voladura del mamotreto y no ha pasado nada: igual se podría salvar la cruz y construir sobre las restantes ruinas una especie de zona residencial para nostálgicos del franquismo. Y es que lo que hay desde que se inauguró es feo de narices -espero que no la tome conmigo la asociación defensiva ya citada-, como pude comprobar en una visita infantil de la que no se libraba ningún vástago de familia franquista. Pese a mi corta edad, recuerdo que me pareció un sitio un pelín siniestro y que, en pleno mes de agosto, hacía un frío pelón, lo que llevó al guía a prestarle su chaqueta a mi madre, que se estaba congelando. Cuando se acabó el franquismo, el Valle de los Caídos se convirtió en una especie de enorme patata caliente (aunque gélida) con la que nadie sabía muy bien qué hacer. Ni se derruye ni se recicla ni se recontextualiza, y ahora parece que tampoco se pueden hacer chistes al respecto, que es lo que lleva haciendo El Gran Wyoming toda su vida.

José Miguel Monzón Navarro (Madrid, 1955) tiene la carrera de Medicina, pero solo la ejerció mientras hacía la mili. Tuvo un grupo musical llamado Paracelso y, durante muchos años, actuó con un fiel pianista al que todos llamaban el Reverendo. Sus problemas empezaron cuando se metió en la tele. Ya en 1993, TVE le chapó El peor programa de la semana -que dirigía Fernando Trueba- ante la inminente aparición de Quim Monzó con ganas de hacer chistes antimonárquicos. Se desquitó en 1996, en Tele 5, con Caiga quien caiga, que duró siete temporadas, volvió a TVE en 2004 con La azotea de Wyoming -de vida breve por la escasa audiencia- y alcanzó el estrellato en La Sexta con El intermedio, que lleva en antena desde 2006 y gracias al cual se ha convertido en el enemigo público número uno de nuestra derechona, como diría Umbral. Yo creo que los que le odian yerran el tiro, sobre todo existiendo personajes como Willy Toledo, capaz de sacar de quicio no tan solo a los fachas, sino a cualquier persona normal con dos dedos de frente, pero parece que la han tomado con él. Hace unos años, cuando el periodista Hermann Tertsch acabó en el hospital tras una riña de bar a las tantas de la madrugada, hubo quien convirtió la bronca beoda en una represalia violenta de la izquierda por el rifirrafe que se habían tenido públicamente Wyoming y Tertsch hacía muy poco (también hubo quien vio la mano de Rodríguez Zapatero y una posible Banda de la Porra del PSOE).

‘Don Piso’

Como con los años ha ganado su dinerito y lo ha invertido juiciosamente en el sector inmobiliario, hay quien lo ha rebautizado como Don Piso y acusado de poseer 15 apartamentos en Madrid. Parece que invertir un dinero ganado sin estafar a nadie en lo que te salga de las narices te incapacita para decir lo que piensas y, sobre todo, para mantener posturas progresistas. Ahora la han tomado con él los defensores del Valle de los Caídos, ese esperpento místico. Paciencia.