Afirma y reafirma que no volverá a la política, aunque hable con pasión sobre ella. Asegura que es un capítulo de su vida ya cerrado. Ahora se expresa con la comodidad de ver y analizar desde fuera. Albert Rivera (Barcelona, 1979), expresidente de Ciudadanos, lideró un partido que en las elecciones de abril de 2019 logró más de cuatro millones de votos y se colocó como tercera fuerza del país. Le faltó muy poco para superar al PP. Sin embargo, en la repetición de los comicios, meses después, en noviembre, el partido perdió más de la mitad de los apoyos y fue superado por Podemos y Vox. Esa misma noche Rivera decidió dejar la política. 12 horas después de conocerse la debacle, dimitía. Dice que se quedó con la «necesidad» de dar explicaciones a sus votantes y contar su vivencia. Por ello ha escrito un libro, Un ciudadano libre (Espasa, 2020). El pasado jueves 8 de octubre lo presentó en Badajoz, en Los Desayunos de El Periódico Extremadura.

-Se define como un liberal, ¿qué significa ese concepto en España?

-Es un deporte de riesgo. En la izquierda siempre te van a ver sospechoso por lo que llaman neoliberal en lo económico: la libertad de comercio, de empresa... Y en la derecha los más conservadores te ven como muy moderno en temas del aborto, los derechos LGTBI, la gestación subrogada..., los asuntos morales. Te sientes entre dos Españas, entre dos bandos. Muchos españoles que nos han votado se sienten así, incomprendidos porque no se definen conforme a los patrones tradicionales de izquierda y derecha, sino conforme a unas ideas.

-¿Existe el centro en este país?

-Sociológicamente es innegable. Hay gente que se define de centro, diría que existe incluso, sino una mayoría social, una minoría muy amplia. ¿Todo ese centro votó a Cs? No. El gran reto de un partido liberal y de centro es que todos esos apoyos no hagan voto útil y sigan ganando identidad. En este país, de gran tradición bipartidista, construir de la nada un espacio nuevo en el centro político es un reto titánico. Lo hemos intentado, lo hemos incluso logrado, pero ahora está en dificultad. Sabremos en los próximos años si el centro vuelve a recomponerse en torno a Cs o si se diluye y una parte va al PSOE, otra al PP y otra se queda en casa, porque el centro muchas veces también se abstiene. El gran éxito de Cs fue concentrar ese voto de centro en un recipiente. El reto es recuperarlo.

-Acusa al Gobierno de Sánchez de dividir a la sociedad en dos bandos como estrategia política y electoral, de fomentar una sociedad polarizada. ¿Pero siente que esa polarización ayudó a que Cs triunfara en las elecciones catalanas?

-Pues me hubiera encantado tener cero escaños y que Cataluña estuviera gobernada hoy por gente sensata. El objetivo de unas elecciones es ganarlas, y las ganamos claro. Pero evidentemente lo peor de una sociedad es cuando se rompe. Y yo he vivido mucho dolor. Incluso un sentimiento agridulce. He vivido ese éxito de Cs, el crecimiento de la nada, y esa noche electoral fue una de las más bonitas, porque era un hito histórico, pero fue agridulce porque yo seguía estando amenazado, mi familia también, mis compañeros. El riesgo que corremos en España es que artificialmente, por un interés electoralista, alguien diga: si junto a toda la izquierda, sumo a los nacionalistas, tenso la cuerda y hago que Vox tenga más protagonismo, consigo que no gobierne el PP. Y creo que esa es la estrategia de Sánchez, no hay que ser un lince para verlo. Y el PP tendrá que plantearse por qué no consigue ser una alternativa. Hace tres años España estaba menos polarizada. ¿El punto de inflexión? La moción de censura, con una mayoría de independentistas, Podemos y socialistas. Y eso es el sanchismo.

-Pero, insisto, ¿a Cs le benefició esa polarización de la sociedad?

-Pero cómo me va a beneficiar si mis padres tienen amenazas de muerte y yo también.

-Me refiero desde el punto de vista electoral.

-Yo gané las elecciones proponiendo la unión de los catalanes, no la división. Mi bandera fue la unión.

-¿Cree que los partidarios de la independencia sintieron que en su mensaje trataba de unir a esas dos Cataluñas destinadas a convivir?

-Si usted lleva la bandera independentista y sus fans queman banderas de España y en cambio en mis actos hay banderas catalanas, españolas y europeas, ¿quién une y quién divide? Está muy claro. Pero evidentemente mi programa electoral era constitucionalista, solo faltaría que fuera independentista. Pero la diferencia es que yo creo que Cataluña necesita unión entre catalanes y respeto al resto de los españoles. Y hoy tenemos división y falta de respeto al resto de los españoles, empezando por los extremeños, que demasiadas veces han sido foco de la diana nacionalista.

-Hay de todo, también hijos de emigrantes extremeños que son independentistas.

-Sí sí, en la viña del Señor hay de todo.

-Hablaba de aquella bonita noche electoral en Cataluña, pero hubo otra muy distinta, la de las elecciones del 10 de noviembre de 2019. ¿Aparecieron muchos enemigos esa noche dentro de su partido?

-Si le digo la verdad no, pero tampoco tuve tiempo de pensarlo. En ningún momento tomé mi decisión por la vida interna o los amigos o enemigos del partido. La mejor manera de liderar es sin miedo, mirando hacia adelante, y lideré sumando gente, mucha gente que incluso no estaba en política. No tomé la decisión pensando en clave interna del partido, tenía tan claro que me iba, que no pensé a quién le iba a beneficiar o perjudicar.

-¿Por qué se fue?

-Coherencia y responsabilidad. El liderazgo se demuestra en los buenos y los malos momentos. Por mi forma de entender la política no quería que nadie me percibiera como lo que no soy:_ni dependo del sueldo de un escaño ni estaba en política para tener una tarjeta de visita. Me movían las ganas de cambiar el país. Por otro lado, hay una parte de borrón y cuenta nueva, para dejar que se tomaran las decisiones convenientes. Y hubo una parte personal de liberación.

-¿Por qué en pocos meses un partido sube como la espuma para darse un batacazo histórico?

-Como en los accidentes aéreos, hay varias causas. Cs estuvo a punto de superar al PP y encendimos las alarmas a izquierda y derecha. Dijimos que queríamos ser un partido de gobierno y no bisagra, y ahí se encendieron alarmas en el establishment económico, político y mediático. También en las elecciones autonómicas, municipales y europeas de mayo, tras un gran resultado en abril, se generaron expectativas de que se iba a superar al PP_y a ponerse a rebufo del PSOE, pero no llegamos a eso porque PP y PSOE tienen una estructura territorial mucho más fuerte. Y finalmente, yo sabía que Sánchez quería llegar a un acuerdo con Podemos porque me lo había dicho. Pero había una voluntad de una parte de los medios de comunicación y del establishment económico casi de no creérselo. Y se originó una dinámica en la que Sánchez en privado le decía a empresarios y medios de comunicación: ‘yo lo que en realidad quiero es pactar con Rivera pero como no quiere tengo que pactar con Podemos’. La estrategia de Redondo y Sánchez era muy buena: culpabilizo a estos y así puedo forjar un gobierno con Podemos para liderar la izquierda. En aquel momento estábamos con Vox subiendo como la espuma, con Sánchez retransmitiendo la salida de los huesos de Franco, un debate absolutamente polarizado, y aparezco yo y en vez de decir que quiero cambiar al Gobierno o ganar a Sánchez, cambiamos de posición para desbloquear el país. Entonces digo que si tengo que apoyar la investidura de Sánchez para llegar a un acuerdo y pactar con el PSOE_y el PP a la vez, pues lo hago. Todo rival político se aprovecha de ese movimiento. Se me van 900.000 votos de vuelta al PP, 600.000 a Vox y 200.000 al PSOE.

-¿Esos movimientos de acercarse a izquierda y derecha hizo que el votante desconfiara?

-Claro. Dijimos que íbamos a ser partido de gobierno si ganaba el PP o de oposición si ganaba el PSOE. Pasamos de 32 a 57 escaños. Pero no se puede confundir el centro con la ambigüedad, en el momento en que se vuelve a la ambigüedad, o se percibe así, porque yo no dije que iba a entrar a gobernar con Sánchez, sino que necesitábamos un pacto de Estado, pues perdimos.

-Dice que no hay ningún proyecto de oposición que le ilusione, ¿tampoco el de Arrimadas?

-Hay una sensación de que el Gobierno sí tiene un plan y va como una apisonadora haciéndolo, pero en la oposición hay cierto vacío: Cs ya no hace oposición y está pactando con Sánchez, una estrategia legímita y no voy a entrar en eso; el PP tampoco acaba de arrancar; y Vox, al ser un partido populista, tampoco tiene capacidad de arrastrar voto moderado. A muchos el Gobierno no nos gusta, pero tampoco somos capaces de identificar un proyecto emocionante en la oposición.

-¿Cs debe entrar a negociar los presupuestos para evitar que los nacionalistas lo hagan?

-Tiene sentido que se lo plantee. Pero si Cs es un partido liberal y cree en impuestos moderados, estar en el mismo acuerdo que Podemos es complicado. Si además juega un papel el PNV_o si envías a Iglesias a negociar con Bildu, la sensación es de escepticismo. Ahora bien, están en ello. Yo pido que no suban otra vez los impuestos.

-Cree que el Estado de las Autonomías hace aguas, ¿por qué?

-Se crea una secretaría de Estado en la segunda ola de la pandemia para coordinarse con las comunidades. La pregunta que me hago es: ¿en serio? Yo daba por hecho que estaban coordinados.

-Ha sido autocrítico en la manera de hacer política ahora, donde prima el espectáculo. ¿Usted contribuyó, por ejemplo, llevando un adoquín a un debate televisivo para denunciar los disturbios en Cataluña?

-Si la política de hoy es que pones un tuit metiéndote conmigo y a mí me pone la alcachofa un medio y te contesto o te pongo otro tuit, la pregunta es: ¿qué estamos aportando? En cuanto a los debates electorales, todo el mundo tiene sus recursos, tu sacas tu gráfico o un rollo con todos los casos de corrupción del PSOE, como también hice. Una cosa son los recursos en los debates en campaña, que es legítimo, y otra la política de gestión, en la que hace falta sosiego y discreción. Yo he tenido que decirle a un líder político que no me puedo ver con él porque ya me había convocado anteriormente y lo había filtrado: si tú y yo nos vemos en privado para intentar acercar posiciones, que es bueno, respeta que sea una reunión discreta, porque ya se le contaremos a los ciudadanos si hemos llegado a un acuerdo. Pero si filtras esa reunión por un interés particular, se genera mucha desconfianza.

-También ha hecho autocrítica con el uso de las redes sociales.

-Pongo un ejemplo que me pasó a mí. Sale la sentencia del procés del 1 de octubre, algo histórico. Sale sobre las nueve de la mañana y yo convoco una rueda de prensa a las 12.00. Le pido un informe jurídico a mi equipo en esas tres horas. Y mi equipo me empieza a decir que ya hay un tuit de no sé quién diciendo no sé qué, y que tal medio quiere que salga ya... Estábamos hablando de esperar dos horas para valorar una sentencia de 300 páginas, y para mi equipo ya íbamos tarde. Cómo vamos a decir las cosas sosegadas... Las redes sociales tienen un ritmo vertiginoso que se lo marcan a los medios y los medios a la política.