El nombre es poco original pero eficaz. El Partido del Brexit domina sondeos y campaña a las elecciones europeas en el Reino Unido. Una vez más, Nigel Farage ha entrado en escena para dinamitar el sistema político británico, aprovechando sus horas más bajas. La nueva formación del eurófilo, admirador de Donald Trump y mantenido a cuerpo de rey por el dudoso millonario Arron Banks, figura a la cabeza y por amplio margen en las intenciones de voto para el 23 de mayo. El Partido del Brexit podría lograr casi medio centenar de eurodiputados.

La prueba en las urnas será devastadora para el Partido Conservador, relegado a la cuarta posición en las encuestas, tras laboristas y liberales. Los tories ya perdieron más de un millar de puestos en las recientes elecciones locales. Ahora van a pagar un alto precio por la incapacidad de culminar la salida del Reino Unido de la UE el 29 de marzo, como había prometido Theresa May.

Divididos, enfrentados y con la carrera del liderazgo abierta para la sustitución de May este verano, los conservadores no se hacen ilusiones. «Nadie tiene duda alguna de que estas van a ser unas elecciones difíciles para nosotros. Es algo que sabemos desde el principio», admite el ministro de Educación, Damian Hinds. La elección se ha transformado «para alguna gente en un voto de protesta» y «en un segundo referéndum».

El Partido del Brexit se fraguó el pasado enero, cuando Farage se unió a la campaña Leave Means Leave (Marcharse significa marcharse). Un mes antes había dejado oficialmente el UKIP, partido en el que militó y lideró durante dos décadas. El rumbo racista, antiislámico y la incorporación de elementos ultraderechistas, como Tommy Robinson a la formación, le llevaron a distanciarse. Farage, al que el millonario Banks sufragó los gastos de vivienda en el lujoso barrio de Chelsea, coche con chófer, servicio de protección y gastos personales, a razón de más de medio millón de euros en el año posterior al referéndum, según las facturas en manos de la cadena de televisión Channel 4, comenzó a montar mítines por el país en los que explotaba la frustración y rabia de los ciudadanos con la «traición» de May. Mítines, ahora en campaña, a los que acuden miles de personas, incluidos laboristas desilusionados.

El principal partido de la oposición también puede sufrir un gran descalabro a causa de la confusa y contradictoria posición de su líder, Jeremy Corbyn, sobre el brexit. En el lanzamiento de la campaña, Corbyn proclamó que el laborismo «ofrece algo a todo el mundo», cualquiera que sea su posición sobre Europa. Ese mensaje impenetrable corre el riesgo de no convencer a nadie. Un buen número de simpatizantes laboristas están decididos a votar a partidos que claramente abogan por la permanencia en Europa o por un segundo referéndum. Ese voto proeuropeo está, sin embargo, demasiado dividido entre Liberales Demócratas, Verdes, Change UK, Partido Nacional Escocés y Plaid Cymru, que han sido incapaces de constituir una plataforma electoral común.

Tres años después del referéndum, aplazada en dos ocasiones la salida de Europa, la fecha ahora para el brexit es el 31 de octubre. La primera ministra británica está en sus últimas semanas de mandato. En junio deberá anunciar la fecha de su dimisión. Mientras, Boris Johnson y otros aspirantes a sustituirla ya están en campaña. En esta situación, Farage lleva las de ganar en la contienda electoral. Su propósito es «exigir que los diputados europeos del Partido del Brexit integren el equipo negociador del Gobierno» con Bruselas.