Por primera vez en una sesión constitutiva del Congreso, los focos no estuvieron sobre el candidato a presidente del Gobierno, o los favoritos para ocupar la Mesa. La anomalía que ya condiciona todas las sesiones del Parlament desde hace un año se hizo carne ayer en la Cámara baja: hay diputados electos que están presos. Aunque entraron a escondidas y escoltados, una vez en el hemiciclo Oriol Junqueras, Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull se convirtieron en los protagonistas indiscutibles de la jornada.

Mientras estuvieron en el hemiciclo, los presos independentistas se movieron con libertad. Entraron poco antes de las diez entre aplausos de los suyos, y recibieron no pocos saludos. Aprovecharon los momentos muertos y las colas de las votaciones para departir con otros diputados: Gabriel Rufián bromeaba con Turull, Aitor Esteban hablaba con Rull, Pablo Iglesias incluso parecía intercambiarse el número de teléfono con Sànchez.

En cuanto a Junqueras, vencedor de las elecciones en Cataluña con 15 diputados, su escaño se convirtió casi en el escenario de un besamanos. Mientras la mayoría de los diputados del Partido Popular, Ciudadanos y Vox miraban incómodos hacia otro lado, el líder de ERC iba recibiendo visitas y saludos. Incluso pudo cumplir su objetivo de estrechar la mano del presidente Sánchez.

Cafés y pinchos de tortilla

Fue un saludo frío, aunque en un encuentro posterior departieron durante cerca de un minuto. «¿Cómo estás?», le dijo Sánchez. «Tenemos que hablar», le respondió Junqueras. Sin embargo, otros miembros del Gobierno en funciones, como la portavoz Isabel Celaá y Magdalena Valerio, sí charlaron durante un buen rato con el líder de ERC. También Josep Borrell, uno de los que más tiempo compartió impresiones con los presos.

En las derechas hubo cierta división: mientras la mayoría ignoraba a los reclusos e incluso Albert Rivera y Pablo Casado colgaban en la red mensajes a favor de su «suspensión inmediata» como diputados, Inés Arrimadas -que también estaba de estreno en el Congreso- sí saludó a algunos de ellos.

Los presos llevaron su libertad de movimientos más allá de los límites del hemiciclo. Los tres de JxCat aprovecharon para pasar por la cafetería de la tercera planta de la Cámara y pedir cafés, pinchos de tortilla y alguna copa de vino. También se vio a todos los presos hablando por teléfono móvil, a pesar de que no han recibido los que les corresponden como electos.

En resumen: los presos exprimieron su mañana de libertad a fondo. Fueron -excepto cuando a Junqueras lo asediaban las visitas a su escaño- los que más se movieron de todo el hemiciclo. También pudieron verse unos minutos con sus familiares.

Fórmulas variopintas

Los diputados independentistas no querían que de la sesión pudiera desprenderse una imagen de normalidad. Durante las votaciones de la Mesa del Congreso, eligieron formas distintas para mostrar su fastidio. Los de Esquerra pusieron la palabra llibertat y un lazo amarillo en sus papeletas, que computaron como votos nulos. Los de Junts per Catalunya votaron en blanco.

Pero reservaban su principal muestra de disgusto para la hora de prometer o jurar la Constitución, un paso imprescindible para adquirir la condición de diputados. Los electos de ERC utilizaron fórmulas variopintas. La de Junqueras, en castellano: «Desde el compromiso republicano, como preso político y por imperativo legal, sí prometo». La de Rufián: «Por la libertad de los presos y exiliados políticos, por la República Catalana, sí prometo».

Los presos de JxCat utilizaron variaciones sobre la misma fórmula: «Lo prometo por imperativo legal, con lealtad al mandato democrático, al 1 de octubre y al pueblo de Cataluña».

Todo esto sucedía en mitad de una inmensa bronca. Los diputados de Vox, y algunos de otros partidos, gritaban y pateaban sus escaños cada vez que un independentista empezaba con su letanía. Les respondían con aplausos los compañeros de los increpados. El guirigay fue tan fabuloso que la mayoría de fórmulas ni siquiera se escuchaban dentro del hemiciclo. Batet, ya convertida en presidenta del Congreso, cerró la sesión intentando poner paz y despidiéndose en los cuatro idiomas de España. «Moltes gràcies, eskerrik asko, moitas grazas, muchas gracias». Y Junqueras, antes de volver a la cárcel, la aplaudió desde su escaño.