De cuatro salas prefabricadas del complejo de Atresmedia en San Sebastián de los Reyes (Madrid), cuatro modernos boxes de fibra y aluminio, sin techo ni puertas, con teles y sofás blancos, salían gritos de apoyo y aplausos con los que sus inquilinos interrumpían de vez en cuando su frenético teclear de móviles. Eran los asesores de los cuatro principales rivales del 28-A; séquitos convencidos en el backstage de que la campaña se terminaba anoche con el segundo cuerpo a cuerpo televisivo y el subsiguiente reguero de comentarios y memes en redes sociales, sean personas o bots quienes los vayan a repetir.

Para los segundos y para las primeras desplegó Rivera su mayor agresividad contra Pedro Sánchez, en el mismo momento inicial del debate en que Pablo Casado y Pablo Iglesias intentaban arrancar moderados. Golpe de efecto en el gran plató de Atresmedia usado en otras ocasiones para grabar La Voz.

Esta vez el talent show se disputaba tras una gran cortina negra que separaba el ring de los boxes. Durante la mañana previa, dirigentes de Cs habían avisado de que Rivera se iba a mostar «aún más valiente» (eufemismo de aún más duro) que en el primer round. Lo confirmó el candidato naranja castigando al socialista en el hígado de su tesis. Le sacó escénicamente el tocho de folios, le respondió Sánchez con un libro ultra, y en la barra de la cafetería de Atresmedia se hizo el silencio, mientras en los boxes se aplaudía.

Antes del debate, una muestra de los conflictos de la España real se desplegó aprovechando el enjambre de cámaras a las llegadas de los candidatos. Haciendo un guiño a la causa de los taxistas contra las plataformas VTC, Pablo Iglesias optó por arribar en un blanco taxi madrileño, como si quisiera afianzar el voto ganado por Podemos en un gremio otrora derechista.

A 50 metros de la puerta de Atresmedia se manifestó una representación de la plataforma sindical policial Jusapol, caladero de voto de Vox, gritando «¡Equiparación!» con megáfonos. A su lado, también funcionarios de prisiones. Y cerca, un grupo de afiliados del PP local aclamó a Casado: «¡Pablo presidente!».

En los pocos meandros del debate, cuando descendía la acritud, Sánchez defendió sus avances en pro de la equiparación salarial de las policías y Pablo Iglesias reclamó a Uber y Cabify que paguen impuestos aquí. Esta vez atenuó su desaliño con un jersey Unonueveocho, la marca de su secretario de Comunicación Juan Manuel del Olmo, cuyo logotipo de media cabeza de Apolo lucen los podemitas.

Para entonces, Sánchez ya había arrojado a la derecha 16 veces la palabra «mentira», y Rivera otras seis veces su «no se ponga nervioso, señor Sánchez». Iglesias había pronunciado cinco veces el nombre de la Constitución, poco antes de que Casado tildara a Sánchez de «sucedáneo de presidente», tras tirarle el sustantivo «paro» en cinco de las once ocasiones que lo usaría. La palabra «basura» se entonó siete veces por bocas diversas.