Pedro Sánchez siente que tiene el viento a favor en esta campaña. No solo por los errores de sus adversarios, como el PP enredándose con las pensiones y el salario mínimo o Podemos manteniendo viva su batalla interna. También por lo que ocurre más allá de España. El último ejemplo es el resultado en los comicios finlandeses del pasado domingo, en las que la extrema derecha aparecía en las encuestas en cuarto lugar pero acabó ocupando el segundo, a solo 6.000 votos de los socialdemócratas.

El paralelismo con las elecciones generales del próximo 28 de abril es muy sencillo de trazar. Si en el país nórdico están los Verdaderos Finlandeses, aquí está Vox. Y aquí, como allí hace tres días, las encuestas no fueron capaces de calibrar el empuje de la fuerza ultra en las elecciones andaluzas del pasado diciembre, cuando los socialistas se vieron obligados a dejar el poder tras 36 años de ejercicio ininterrumpido. Sánchez miró ayer a Finlandia. «Parecía que iban a ganar holgadamente los socialistas, y al final solo ganaron por 6.000 votos», recordó el presidente del Gobierno en Ourense durante una comida con militantes. «Lo importante en unas elecciones no es cómo empiezan, cómo se desarrollan, sino cómo acaban -continuó-. Por eso os pido una gran movilización para que haya una gran mayoría parlamentaria que garantice la estabilidad que necesita este país en los próximos cuatro años».

EL TEMOR / A la luz de los episodios recientes, el PSOE no termina de creerse los sondeos. El 40% del electorado que citaba el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), entre abstencionistas, indecisos y personas que prefieren no desvelar su voto, convierte en impredecible el resultado. Los socialistas temen que gran parte de ese colectivo sea de ideología conservadora, e insisten en que una baja participación siempre beneficia a las fuerzas de derecha, así que estos días se vuelcan en llamar a la movilización.

Sánchez, en sus mítines, apenas distingue entre el PP, Ciudadanos y Vox, acusando a Pablo Casado y Albert Rivera de dejarse arrastrar por Santiago Abascal. En un acto posterior, esta vez en Vigo, el presidente cargó contra el partido ultra por sus discursos «xenófobos, homófobos y en contra de las mujeres», rompiendo «consensos» que parecían intocables. Pero para él lo más relevante no es eso, porque ese tipo de pensamiento de la extrema derecha «ha existido siempre» en España, a veces «dentro» y a veces «fuera» del PP.

Lo relevante, argumentó Sánchez, es que conservadores y liberales se hayan lanzado a los brazos de Vox, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos. «Lo que hay que reprocharle al PP y Cs es que no hayan tenido principios para decirles a la ultraderecha que por ahí no, que no hayan combatido los argumentos de la ultraderecha», concluyó el líder socialista.