El Senado es a la política española lo que el Ayuntamiento de Boston a la arquitectura. El segundo, como bien recuerda el ácido y genial Michel Houellebecq en Serotonina, es considerado por el portal Virtual Tourist como el más horripilante del mundo. El primero siempre es el patito feo de las Cortes, el hermano opacado por el atractivo Congreso y al que no hay aliciente que le saque de la depresión. Ni el papel clave que jugó en octubre del 2017 para que se aplicara el artículo 155 de la Constitución en Cataluña disparó el interés por él durante la campaña, pero resulta que acabó deparando uno de los resultados más llamativos de la jornada electoral: el PSOE triplicó sus resultados del 2016 y se hizo con la mayoría absoluta que antes tenía el PP, arrojado a un nefasto resultado como en la Cámara baja.

Con el 74,14% escrutado, la suma de los 208 senadores en juego más los 58 que ya están designados por los parlamentos autonómicos (266 en total) sitúa al PSOE como partido más representado (141 senadores: 123 elegidos ayer y 18 escogidos en las cámaras regionales) y lanza al PP a los abismos de la irrelevancia al pasar de los 150 asientos de hace tres años a 73 (54 + 19). Tampoco fue un buen día para Unidas Podemos, que se quedó con el contador a cero, incluido en Cataluña, donde perdió las cuatro plazas que había obtenido en las anteriores elecciones.

El caso catalán reviste un dato reseñable: de las 16 plazas que había en juego en esta comunidad para la denominada Cámara de representación autonómica, 10 las ocuparán candidatos de ERC, cuatro serán para el PSC y dos se las llevará Junts per Catalunya.

En el resto de comunidades, el color rojo socialista predominó. El azul popular solo brilló en Castilla y León. En Murcia y en Galicia hubo un empate entre ambas fuerzas y en Euskadi volvió a imponerse al PNV. En Navarra, la victoria fue para la coalición Navarra Suma (PP-Cs-UPN).