La indecencia y la falta de respeto están llegando a unos niveles insoportables en la política española. De joven, tenía la idea de que los partidos elegían a sus representantes entre lo más selecto de la ciudadanía. Ejercer la política entonces se interpretaba como un acto de servicio. Los políticos eran los representantes de un pueblo que quería cambiar el marco legal para garantizar nuestros derechos. Puro amor a España. Puro compromiso con unos ideales de igualdad y justicia social.

Hoy, desgraciadamente, la política ha cambiado mucho. Y sus valores, también. Antes teníamos un proyecto común, aunque hubiese distintos modos de alcanzarlo; ahora, un montón de alternativas excluyentes. Y si hace falta, para alcanzar los objetivos, se insulta al adversario. Apelamos con demasiada alegría al corazón, en vez de la cabeza. Y eso es peligroso. Jugar con las pasiones arrastra al enfrentamiento.

¿Es de fiar un candidato que insulta y denigra a su adversario mintiendo si es preciso para alcanzar el poder? ¿Es lícito fomentar la división y el odio entre los españoles? Perdón, yo creía que gobernar era otra cosa, que lo que hay que hacer es ilusionar a los electores en torno a un proyecto propio. ¿Tan poca categoría tienen nuestros candidatos que son incapaces de ofrecérnoslo?

A los españoles nos gustaría que nuestros líderes políticos, en lugar de enfrentarse a muerte, se retaran por hacerlo mejor que sus rivales. Y que lo hicieran sonriendo. Con el único ánimo de sacar al país de la injusticia. O la miseria, que también la hay. Y que, como buenos deportistas, se felicitaran al lograr el reto. Y que el adversario se preparara mientras tanto para triunfar en las elecciones siguientes, en una espiral positiva que llevara al país al éxito. ¿Tan difícil es? Por lo que estamos viendo, sí. A nuestros candidatos les resulta muy complicado realizar propuestas, para qué romperse la cabeza. Es mucho más fácil destruir, cargar contra el adversario, a veces sin argumentos. Y, si se equivocan, porque su propuesta es vergonzosa, decir que se les ha interpretado mal, que es una fake news, que los medios de comunicación, tan tendenciosos, los han malinterpretado.

Ahora, ante las elecciones, lo único que cabe recomendar es que se vote con la cabeza, a propuestas realistas y no excluyentes, y que se dude mucho de quien falsea la realidad para denigrar a sus rivales, porque, si ya mienten en campaña, imagínense lo que harán cuando logren el poder.

* Periodista y escritor