La discusión sobre economía y empleo, el primer plato del debate, sirvió para que los bloques de izquierdas y derechas afilaran sus diferencias. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias estuvieron de acuerdo en la necesidad de subir los impuestos a los más ricos, blindar por ley la revalorización de las pensiones y elevar el salario mínimo. Pablo Casado y Albert Rivera mostraron sintonía en política fiscal, suprimiendo impuestos como el de sucesiones.

Pero los dos sectores no se comportaron igual. Mientras Sánchez e Iglesias evitaron el roce, salvo cuando el líder de Podemos acusó al socialista de no cumplir lo pactado, Rivera atacó casi tanto a Casado como al resto de candidatos. Sobre todo, por haber votado a favor, siendo diputado, de la subida de impuestos que aprobó Mariano Rajoy.

Sánchez e Iglesias incluso se dieron la razón en tres ocasiones, cosa infrecuente en un debate electoral. Ambos compartieron su visión sobre política fiscal, porque, como dijo el presidente y secundó el líder de Podemos, la cuestión, aquí, es «a quién» se le bajan y «quién tiene que pagar más».

«Crearemos empleo porque bajaremos los impuestos», señaló Casado, que nada más comenzar acusó al jefe del Ejecutivo de ser «rehén de Podemos, que es desastroso en la política económica, como pasó en Venezuela». El líder naranja buscó el cuerpo a cuerpo con todos. Aun compartiendo este planteamiento de Casado, Rivera acusó al conservador de pertenecer a un partido incapaz de «crear empleo de calidad». Su propuesta es un contrato único, que para Sánchez, según dijo, supone convertir «todos los contratos» en «contratos basura».