Para atrapar el futuro político que nos espera a la vuelta de la esquina, han de tenerse en cuenta dos premisas. Una, que se han anticipado las elecciones porque el partido que ganó la moción de censura a Rajoy, irreprochablemente constitucional --artículo113--, no logró los apoyos parlamentarios suficientes para aprobar los presupuestos que necesitaba si quería proseguir su compleja andadura minoritaria. Obstrucción lícita, sin reproche, pero no solo achacable a la actitud de los soberanistas catalanes que viven aferrados a la provocación, el delirio, el victimismo y la fractura social, aún sabiendo que, mientras exista el art.155 de la Carta Magna y el derecho a vetar cualquier nueva incorporación a la Unión Europea, el independentismo no dejará de ser el sueño de una calurosa noche de verano.

La otra premisa, más directamente relacionada con las circunstancias del momento presente, es considerar que el venidero gobierno tendrá que ser, sin remedio, un gabinete de coalición en alguna de sus variables. Por eso, en estas vísperas, lo más complicado es saber qué posibilidad se llevará la palma el domingo 28. Nosotros, desde una óptica centrista, que venimos postulando desde hace 40 años, nos inclinamos por un ejecutivo inequívocamente constitucional, moderado y dialogante contra viento y marea. Pensamos, también, al filo de lo posible, que repetir los trillizos andaluces, con una extrema derecha calcada de la señora Le Pen, sería introducirnos en un túnel del tiempo tan regresivo y antiquísimo, como los neandertales del inverosímil Suárez Illana, antípoda de su padre.

Si, en un tiempo difícil para el europeísmo, en el que la Cámara de los Comunes del Reino Unido parece la casa de tócame Roque, queremos seguir adelante, es necesario retornar a la generosidad y la clarividencia engendradoras de aquella Transición que, con más aciertos que errores, liquidó normativamente la dictadura.

Por todo ello, aunque el deseo pueda parecer una lírica gollería, el voto útil será el que en vez de dividir, levantar valladares, establecer líneas rojas, ver la viga en el ojo ajeno, anclarse en la doble moral o implantar cordones sanitarios, sea capaz de aglutinar esfuerzos supraideológicos, como hicieron, hace meses y con naturalidad, en la República Federal Alemana de la presidenta Merkel. Ojalá, así pueda ser por estas tierras.

* Escritor