Pablo Casado somete a examen mañana en las urnas el proceso de derechización del PP que activó en cuanto asumió la presidencia del partido, el pasado mes de julio. En estos meses, el líder conservador ha radicalizado el ideario de la formación y ha renovado casi al completo las listas y los equipos en un intento de reconquistar al votante de Vox. Las encuestas auguran que no lo ha conseguido, que se va a dar un batacazo, pero él asume que se olvidará, como en Andalucía, si finalmente puede sumar sus diputados con los de la ultraderecha y Ciudadanos, y logra desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. El dirigente popular ha insistido en los tres últimos días de campaña que no hay que tener «miedo» a Vox, una formación que podrá participar en su gobierno, aseguró, si así lo desea Santiago Abascal. «Miedo», dijo en un pequeño mitin en Valencia ayer, es el que hay que tener a que Sánchez siga contando entre sus socios a los independentistas catalanes, Podemos y Bildu.

Nunca había hablado Casado de la posibilidad de presidir un Ejecutivo con ministros de la extrema derecha. Nunca había sido así de claro. Lo dijo en una entrevista de radio a iniciativa propia. «Al final, Vox y Ciudadanos, tengan 10 escaños o tengan 40, van a tener la influencia que ellos quieran tener para entrar en el Gobierno o para decidir la investidura o la legislatura. Por tanto, ¿para qué vamos a andar pisándonos la manguera entre nosotros si lo que tenemos que hacer es sumar?», se preguntó en EsRadio, con Federico Jiménez Losantos.

Una estrategia arriesgada el último día de campaña: decirle al votante de Vox que no se preocupe, porque Abascal y los suyos podrán estar en su Gobierno si así lo solicitan. Pero los votantes apelados ¿preferirán votar a Casado para que Abascal sea ministro o se decantarán por votar a Vox para intentar que Abascal sea el presidente? Una confesión que muestra el nerviosismo de la dirección popular ante algunos sondeos privados (porque no se pueden publicar por la ley electoral) que avisan que PP, Vox y Cs están en un pañuelo; y en ese orden.

Horas después de esa entrevista, en un mitin en Valencia, al ver el impacto en los medios de comunicación, intentó restar trascendencia a sus palabras y recordó que Vox no quiso asumir ninguna consejería del Ejecutivo andaluz de Juanma Moreno. Una realidad que no se puede extrapolar al Gobierno central: los ultras se han cuidado de no aclarar ese punto. Y lo han conseguido con la hiperprotección de Abascal, que ha concedido muy pocas entrevistas y ninguna con profundidad política.

EL «TRIFACHITO» / En su última jornada de campaña, Casado incidió en un mensaje que ya empezó a hilar el miércoles, en los tres mítines que dio en Andalucía: no hay que tener «miedo» al «trifachito» o a la «foto de Colón». Y en ese contexto sugirió comprobar si el acuerdo que el PP cerró con Vox en Andalucía para conseguir los 12 votos que necesitaban para investir a Moreno no los «suscribirían» los españoles «moderados».

El candidato popular reclamó a los votantes que no se dejen «intimidar» por el «miedo» que está azuzando la izquierda y ha avisado que para «miedo» el que los españoles tienen que tener a que Sánchez pueda seguir en la «radicalidad» por sus alianzas con Podemos, los independentistas catalanes y Bildu. Según el aspirante popular a la Moncloa, «cualquier exvotante del PP puede estar reconciliado con su antiguo partido» tras su proceso de derechización.

Aunque Sánchez ha hecho oídos sordos la mayoría de los días, Casado ha intentado focalizar la campaña en el desafío independentista catalán con uno de sus fichajes estrella, Cayetana Álvarez de Toledo. La número uno por la provincia de Barcelona quiere ser un «desfibrilador del partido en Cataluña», asegura un alto cargo del partido.