El examen de las elecciones generales del 28 de abril le llega pronto a Pablo Casado. Ha subrayado en más de una ocasión que ningún dirigente ha tenido que someterse a una reválida con tan poco tiempo en el cargo. Apenas nueve meses. Y lo hace con una amenaza nueva: Vox. Si Ciudadanos empezó a comerle espacio en el centro-derecha en 2015, ahora la fuerza ultra muerde por el extremo. Las encuestas son agoreras. La media ponderada de los principales sondeos publicados durante este año señala que Vox entrará en el Congreso con 27 diputados y que el PP caerá de los 137 escaños actuales hasta 83. Algo insólito en un partido que en las dos últimas décadas se ha movido siempre por encima de los 100 parlamentarios.

Casado (Palencia, 1981) se somete a la reválida con un partido prácticamente nuevo en varios sentidos. El líder del PP ha derechizado el discurso para intentar cerrar la sangría de electores que se le están yendo a Vox, ha apartado a destacados rostros del marianismo y ha hecho unas listas electorales a su medida, con una «renovación» del 80% a la que él coloca el apelativo de «tranquila», aunque es público que de calmada no ha tenido nada. El político palentino ya ha advertido de que no dimitirá ni aunque pierda 60 escaños, pero sabe que su liderazgo quedaría tocado y pendiente de la segunda vuelta de mayo, la de las elecciones municipales, autonómicas y europeas. La decisión de Pedro Sánchez de adelantar los comicios a abril (tras el pacto de PP, Ciudadanos y Vox en la Junta de Andalucía, y la manifestación de Colón contra el Gobierno) ha introducido el eje izquierda-derecha en la campaña. Casado se revuelve contra esa estrategia con la que el PSOE intenta azuzar el miedo «a las derechas» y el conservador busca cada día el foco del procés, para recordar que Sánchez fue presidente gracias a los independentistas catalanes. Lo hizo este jueves, en el acto de arranque de la campaña, en una sala de fiestas del Retiro de Madrid a la que acudieron unas 2.000 personas. Dos centenares de personas se quedaron sin entrar por problemas de aforo y a ellas se dirigió, micrófono en mano, al estilo de Santiago Abascal, para advertirles de que el PSOE quiere «vender» España. Ya dentro aseguró que quiere una «campaña en positivo» y que recuperará la Moncloa para «frenar la deriva secesionista y la recesión que viene por delante».

La campaña de Casado, ya muy activo desde las primarias, será abundante en actos y mítines, con dos provincias visitadas por día como mínimo. Hasta saldrá a procesionar de nazareno, este sábado en Ávila, como ha hecho «otros años», según su equipo. En el periplo de la campaña, aunque no coincidirán con él ni entre ellos, contará con la ayuda de Mariano Rajoy y José María Aznar. Mañana, el primero estará en Pontevedra; el segundo, en Barcelona.

Los conservadores llevan semanas repitiendo de manera machacona que la división del voto de la derecha en tres (PP, Ciudadanos y Vox) puede suponer la continuación del PSOE en la Moncloa. «Cuanto más Vox, más Sánchez», dice a menudo Javier Maroto, vicesecretario de Organización.