Lo nunca visto. Un candidato provincial planta a su líder nacional en el acto central de su propia campaña. Cuando retronaba la canción People have the power (La gente tiene el poder) de Patti Smith, y se daba así el pistoletazo de salida al mitin en Barcelona gracias a los que los morados revalidaron su victoria en Cataluña en el 2016, los simpatizantes buscaban con la mirada al hombre que encabeza su papeleta, Jaume Asens. No lo encontraron en la larga cola que se dirigía a la tarima. Su equipo se apresuró entonces a avisar a los periodistas de que ni estaba ni se le esperaba en la plaza de Can Fabra: «Está preparando el debate de TV-3».

Iglesias le escudó, modestamente: «Asens está estudiando, y ya sabéis que los buenos abogados lo son porque se preparan muy bien los pleitos», bromeó, y se vio en el compromiso de ensalzarle, aunque tampoco le sacó mucho partido: «No va a generar grandísimos titulares, pero conoce el derecho, sabe escuchar y se ha ganado el respeto de todos».

Hasta aquí las referencias. El acto se convirtió en un espaldarazo a Ada Colau, que supo exprimir su protagonsimo en vista de unas elecciones municipales que podrían hacer peligrar su reelección.

Como si de un calco se tratara, Iglesias emuló sus propuestas estrella para el 28-A con algunas de las iniciativas impulsadas desde el Ayuntamiento de Barcelona tras cuatro años de tinte morado: gestión pública de las eléctricas, sanidad bucodental gratuita, vivienda social al alcance de los más vulnerables y justicia fiscal.

Aunque en el debate televisivo de Atresmedia prefirió no mostrarla, Iglesias se agarró de nuevo a la Constitución para vindicar el artículo 128, sobre la titularidad de la riqueza del país subordinada al interés general, y el 47, sobre la vivienda digna. Desde un escenario circular, en recuerdo a sus asambleas de base, llamó a recuperar los 60.000 millones de euros «que deben los bancos a la ciudadanos» mediante una recarga en el impuesto de sociedades.

Pasó de puntillas por el procés. No se atrevió a salir ni un ápice del guion. «Hace falta democratizar el Estado y dialogar con todas propuestas encima de la mesa», resolvió, y censuró que el conflicto catalán «no se va a resolver ni con cárcel ni con jueces, sino negociando y haciendo política». Y aseguró que la única garantía para que haya «un gobierno de izquierdas que apueste por el diálogo» es Unidas Podemos.

Y de ahí colgó su alegato a los que dudan entre la papeleta roja y la morada. Se remitió a los debates en antena, de los que salió bien parado, y agitó el fantasma de un acuerdo PSOE-Cs. Pese a que Pedro Sánchez censuró que pactar con los naranjas no entraba en sus planes, Iglesias cree que en realidad «no lo descarta». «Si le dan los números, los poderes económicos presionarán y no será un gobierno de izquierdas, no protegerá los derechos sociales y no dialogará con Cataluña», removió, a sabiendas de que En Comú no logra levantar cabeza en los sondeos.

Colau, con un tono más beligerante, reprochó a ERC que no dude en pactar «con la derecha corrupta catalana», en alusión al PDECat y su órbita, y reclame más competencias cuando «no ejerce las que ya tiene». «Quítense del nombre la palabra Esquerra, que ofenden a mucha gente», disparó la alcaldesa.