Sostiene Pablo Casado que hay batalla que ofrecer hasta el 28-A. Que se equivoca el PSOE si subestima sus posibilidades como candidato a la presidencia. Que errarán también las encuestas. Que el 'bloque de las izquierdas' sólo saca, según sus cálculos, diez escaños al tridente que se ubica a la diestra del tablero. Que es falso que Vox tenga voto oculto que emergerá en las urnas y hará un roto al PP mayor del previsto.... está por ver si Casado acierta o lo hacen los sondeos, que no le son propicios. Pero es obvio que la derecha española no está en su mejor momento. La enorme masa de votantes que José María Aznar logró reunir a lo largo de los 90 en torno a unas gaviotas con la refundación de su partido, y que se mantuvo más o menos estable con el paso de los años, se ha dividido en tres. El viaje al centro que emprendió para que el PP sirviera de refugio a ultraderechistas, liberales, democristianos, conservadores y demás familias políticas se ha frustrado.

El haber aglutinado bajo un mismo paraguas a tantas corrientes era uno de los méritos que, con más orgullo, ha exhibido siempre Aznar. Es bastante probable que ahora, viendo a su propia organización, a Ciudadanos y a Vox en el escaparate electoral el expresidente experimente un sentimiento agridulce: su proyecto se ha roto en tres pedazos y, si la demoscopia no se equivoca -que se ha equivocado mucho últimamente, ojo- no logrará sumar escaños suficientes para sacar a Pedro Sánchez de La Moncloa. Sin embargo, el trío de líderes que encabezan esas formaciones son, por razones distintas, personas cercanas, respetadas o directamente apadrinadas por él, por el mismo que cree que a medio plazo se habrá de apostar por la convivencia en una casa común.

De hecho, cuando el pasado mes de junio cientos de populares se lamían aún las heridas por las consecuencias de la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder y, de paso, del PP, Aznar no ocultaba su total desinterés por el destino del político gallego, a quien antaño había elegido por dedazo como sucesor. Con el paso del tiempo y el distanciamiento público, notorio y a ratos escandaloso entre ambos, al también jefe de FAES le preocupaba ya otra cosa: la velocidad con la que Ciudadanos recortaba distancias con los populares. Tampoco ha ocultado nunca Aznar su simpatía por Rivera.

DISCURSO 'VIEJOVEN'

En este contexto cobra más significado aquel llamamiento a la unidad pronunciado por el expresidente hace algo menos de un año, en ese mes de junio, cuando Cs se vislumbraba como una gran promesa y Vox, bajo el liderazgo de Santiago Abascal (presidente de Nuevas Generaciones en Euskadi con Aznar y otro de sus admiradores), apuntaba maneras. "Una reconstrucción es absolutamente esencial. Si se estuviera dispuesto a ello, desde mi posición actual, y no desde ninguna otra, contribuiría con mucho gusto para que los españoles puedan tener esa mayor garantía de estabilidad y de seguridad en el futuro", dijo. No quiso aclarar entonces qué estaba ofreciendo exactamente ni con qué tiempos. Inmediatamente después llegó un precipitado congreso del PP que, por sorpresa, ganó uno de sus 'cachorros' más preciados, Casado. Aznar le dio sus bendiciones públicamente y recibió, a cambio, el título oficioso de inspirador del rearme ideológico popular, que ha llevado a una cúpula del partido renovada y rejuvenida a enarbolar un discurso que, a ratos y especialmente en lo social y territorial, suena a 'revival'.

Con ese discurso 'viejoven' tiene que enfrentarse el actual líder del PP a un adelanto electoral que le coloca ante un desafío: pasar sus primeras generales cuando no lleva ni un año en el cargo. Casado intenta no caer en el pesimismo y aunque no pierde ocasión de apelar al voto útil, habla bien de Rivera, con quien pretende exportar a España el acuerdo político logrado en Andalucía. Dicha fórmula, le guste o no a Cs, necesita como poco del apoyo externo de Vox.

Los de Abascal, mientras tanto, juegan a la épica, escandalizan a unos y entusiasman a otros. Disfrutan provocando. Incluso, al PP, que califican de "derechita cobarde". Casado entra al trapo, pero poco. En el fondo son sus compañeros de siempre. Aznar les reta a mirarle a los ojos y explicarle eso de la cobardía. Postureo electoral. Sabe que también son los suyos. Y sueña que, cual hijos pródigos, con el tiempo vuelvan a casa. A la casa común.