Ciudadanos colapsa. Ni en sus peores pesadillas auguraba la dirección un resultado tan catastrófico, pero las urnas confirmaron sin anestesia los pronósticos de derrumbe: dejaron al partido temblando en el abismo de los 10 diputados (47 menos que en abril), y el futuro de Albert Rivera en el alambre. El presidente de los naranja no adelantó si continuará a los mandos o dimitirá de su hiperliderazgo como máximo responsable de una estrategia que se ha revelado nefasta. Deja su destino en manos de una reflexión en la ejecutiva, este lunes, y de congreso extraordinario, sin fecha. Por lo pronto, el hundimiento sitúa sin escaño, fuera del Congreso, al núcleo duro de la Ejecutiva y fulmina el anhelo naranja de reemplazar al PP como referente del centroderecha. Pasan de ser tercera fuerza a sexta. El sueño de primavera ha terminado. El grueso de los 4,1 millones que les votaron hace tan solo medio año ha huido hacia el PP, el PSOE y Vox, o se ha cobijado en el refugio de la abstención. Solo retienen a 1,5 millones. Al final, la formación que creció al calor del enfrentamiento identitario en Cataluña se desmorona en el momento álgido de la confrontación independentista.

La noche se hizo fría (un viento helado circulaba por la galáctica sede de Cs en Madrid casi como presagio del resultado que estaba por llegar) y se hizo eterna. Rivera compareció tarde, arropado por su círculo más próximo. Se dijo dispuesto a asumir sus responsabilidades por un "mal resultado sin paliativos", pero evitó la dimisión inmediata. Convocó a su ejecutiva nacional para este lunes y anunció un congreso extraordinario. "Este partido tiene que poner un nuevo rumbo" , defendió, y llamó a los militantes a "tomar las riendas" de la formación.

PIES DE BARRO

La noche electoral confirmó que el crecimiento experimentado en las generales de abril tenía los pies de barro. El éxito cosechado en primavera se reveló tan fugaz como la traca que prendieron entonces, entusiasmados por quedarse a solo nueve escaños de Pablo Casado reivindicándose como líderes 'in pectore' de la oposición.

No queda nada de aquellos efluvios triunfales. Rivera vivió el 10-N su noche más amarga. No solo porque el batacazo es monumental, sino porque buena parte de la cúpula que le rodea se queda sin escaño. Los miembros de la Ejecutiva más destacados que pierden su condición de diputados son: el secretario general, José Manuel Villegas (Almería); el miembro de la Ejecutiva Permanente, Juan Carlos Girauta (Toledo); el secretario de Organización, Fran Hervías (Granada); la número uno por Tenerife, Melisa Rodríguez; el tres por Barcelona, José María Espejo-Saavedra; entre otros.

Cs logra arañar solo 3 diputados en Madrid (se quedan fuera de Edmundo Bal en adelante), 2 en Cataluña (Inés Arrimadas y Fernando de Páramo), retienen 3 en Andalucía (de 11) y otros 2 en la Comunidad Valenciana.

ERROR TRAS ERROR

La debacle de Cs tiene una explicación técnica, que es sencilla, y varias lecturas políticas, algo más complejas. El sistema electoral penaliza drásticamente a los partidos situados por debajo del 15% de voto. Rivera consiguió en abril situarse en el 15,86%, punto y medio por encima de su inmediato seguidor (Unidas Podemos), lo que le permitió conseguir por un estrecho margen escaños clave que no ha mantenido.

En lo político, el electorado de Cs ha penalizado una estrategia errática. La base de sus votantes son personas no ideologizadas, apolíticas, que vieron en en Rivera un soplo de aire fresco, una apuesta por la regeneración. La decisión de vetar a Pedro Sánchez tras las generales de abril no pareció entusiasmarles. Entendieron que no era una decisión en pos de mejorar el clima político sino un intento partidista de devorar al PP. La ausencia de sentimiento de pertenencia (Cs es el partido con menor tasa de fidelidad, sus simpatizantes no sienten los colores) y la marcha de destacados dirigentes disparó la volatilidad. El levantamiento del cordón sanitario al PSOE llegó tarde. Cuando Rivera dio volantazo, ante la inminencia de la repetición electoral, su electorado se debatía ya entre la abstención o la fuga.