Tengo que empezar por aclarar que el párrafo que cito a continuación no es mío, sino copiado de Tweets que con este título se refieren a un tema polémico en estos tiempos: ¿por qué no se plantan los maestros, porque no se quejan y montan una rebelión en las aulas, porque motivos no falta? Supongo -dice la autora de este artículo- que el motivo de nuestro silencio es solo uno: ante tanto gris, tantas quejas, lamentos, etcétera, nosotros los maestros nos levantamos felices porque vamos a nuestro reducto de ilusión, porque estamos donde siempre quisimos estar por vocación, ilusión y porque esos locos bajitos, a pesar de los pesares, merecen tener docentes que les muestren que la vida tiene todos los colores, etc.

Hasta aquí, el párrafo de esta maestra -supongo- que para empezar sigue llamando a los alumnos «locos bajitos», y a la que deseo decirle que los alumnos nunca fueron locos ni bajitos, sino seres humanos cargados de gigantes capacidades que desarrollar con nuestra creativas estrategias y nuestro gran conocimiento del futuro que pasa por nuestras manos. Para seguir, algo más para esta maestra que, posiblemente joven y utópica piensa, cree que los docentes hoy se levantan felices por tener que ir a reunirse en las aulas con los alumnos.

Quiero decirle que esta que escribe, maestra de vocación y dedicada toda la vida a la enseñanza y educación, para nada me levantaría hoy feliz de ir a la escuela y siento pena de que no se rebelen maestros y padres por ser los únicos a los que no se les aplica el eslogan: quédate en casa. Los maestros por dignidad, por vocación y por amor a su profesión no pueden exponerse al contagio compartiendo aulas de treinta alumnos, más entrevistas con padres, profesorado, con menos dos grados bajo cero, con ventanas abiertas, etc.

¿Acaso son inmunes los docentes? Ni tan siquiera se les nombra en orden a la vacunación. No amiga, la ilusión anda por los suelos.