Ahora ya no hay excusa. Su llegada es inminente, o al menos eso parece. Todos nos preguntamos por qué no se ha producido el cambio. Evidentemente, el poder en el mundo está vinculado al petróleo y a todas las grandes corporaciones que lo gestionan. Acometer esta empresa conllevaría la firme decisión de gobiernos y grandes multinacionales, en contra de unos intereses que llevan dominando el mundo desde hace decenios. Pero el futuro del planeta pasa por éste, entre otros muchos cambios.

¿Por qué estamos quemando tan rápido el petróleo y el gas del planeta? Las reservas no se regeneran. Todos lo sabemos, cada vez queda menos. Si estudiamos un poco el funcionamiento de los actuales vehículos de combustión interna, lo primero que advertimos es que derrochan aproximadamente las dos terceras partes de la energía liberada por el combustible. Han leído bien, repito, más del 60% del combustible entrega su energía en forma de calor al medio ambiente, sin posibilidad de aprovechamiento. Un calor que además, como bien sabemos, aumenta la temperatura del planeta y, por tanto, acelera el temido cambio climático. Parece increíble, pero los coches, motos, camiones, aviones, tractores, barcos y otros ingenios que nos asombran con sus atractivos diseños, adolecen de este grave problema.

Supongamos que ya tenemos un coche eléctrico con un rendimiento superior al 90%. No contaminante, silencioso y con una simplicidad de funcionamiento que evitará las averías. ¿Por qué ha tardado tanto en llegar? Aunque aún no ha llegado, parece que está a punto. La avaricia, el ansia de poder. Todos sabemos la respuesta. La falta de voluntad de los poderosos para que esta revolución se produzca.

Aviones, barcos, tractores, excavadoras, camiones, seguirán consumiendo el oro negro. Pero para nuestros pequeños vehículos, los que llenan las ciudades de humos y ruidos, el motor eléctrico puede ser la solución.

Imagínense que viajan en un vehículo eléctrico, cuya autonomía de baterías es de unos 150 km y necesitan recargar a mitad de camino. En la estación de servicio le tendrían preparadas baterías cargadas, preferentemente con energía solar o eólica, para cambiarlas en un santiamén por las ya agotadas.

Las grandes huertas solares que vemos cuando viajamos por nuestras carreteras con sus placas fotovoltaicas orientadas al sol, podrían satisfacer la recarga de las baterías de los coches, sin más gasto que el de la instalación de las mismas. El sol es gratis y abundante en nuestras tierras, es nuestro petróleo, y no lo aprovechamos. Aunque esta empresa no es fácil de acometer, si existe voluntad resultará perfectamente factible.

Estos coches también se podrían recargar enchufándolos en nuestra red eléctrica. Por la noche, en cierta forma, nos sobra la energía eléctrica, por lo que podríamos estar recargando nuestros coches, al igual que hacemos con los teléfonos móviles (salvando las diferencias).

Israel será el primer país en llevar a cabo esta empresa. Quieren ser independientes del petróleo para el año 2020, por razones de política exterior que todos conocemos, y porque son inteligentes. Si algo les sobra son horas de sol, al igual que a nosotros.

También se podrían utilizar pinturas fotovoltaicas que permitan cargar los vehículos mientras están expuestos a la luz, es decir, aparcados al sol, aunque todavía hay que perfeccionar esta tecnología.

Si los grandes del automóvil se ponen de acuerdo con los gobernantes, por ejemplo en Europa, esto sería una realidad. De lo contrario, pronto veremos escasear los combustibles en nuestras gasolineras y entonces nos preguntaremos ¿por qué?