Hace solo unos meses que esta joven de 28 años ha obtenido su plaza definitiva como docente. En su caso, a la segunda ha ido la vencida. Para ella, esta convocatoria del 2018 ha sido más intensa que la del 2016 porque ha tenido que combinar su trabajo como interina en un centro de secundaria en Huelva con el estudio de las oposiciones. Pero ha merecido la pena.

-Es usted joven, además de recién llegada. ¿Le miran de manera especial sus alumnos y los compañeros veteranos?

-He tenido la suerte de llegar a dos centros donde el equipo educativo ha propiciado un ambiente en el que se trabaja a gusto. Tengo compañeros que me guían, con una actitud virgiliana, en mis primeros pasos en el mundo docente. Respecto al alumnado, es cierto que a veces mi juventud puede hacerles pensar que la exigencia será menor pero basta con marcar unas directivas mínimas para que el discurrir de las clases sea satisfactorio.

-¿Se ha hecho profesora por vocación o ha pensado que, dado el panorama laboral actual, mejor ser funcionaria?

-Desde Bachillerato decidí dedicarme a la docencia porque me gusta el desempeño de esta profesión. Aunque más bien se debería de hablar en profesores competentes o no. La situación de quienes solo buscan ser funcionarios, por la seguridad económica y laboral que implica, es reprobatoria.<b>

-¿Qué es lo que más difícil le resulta dentro del aula?

-Quizás la desmotivación de algunos estudiantes. Yo llego a clase con entusiasmo, preparación de la materia, recursos varios... pienso que la clase que voy a dar no generará ninguna dificultad y, de pronto, encuentro que el alumnado no siempre conecta por falta de motivación o interés, o la conjunción de ambas.

-¿Cómo es la relación con sus alumnos adolescentes? ¿Ser la ‘profe joven’ le hace más o menos difícil el trato con ellos?

-Soy consciente de que mi juventud me facilita la transposición de contenidos más allá de los meramente didácticos. Para captar la atención del alumnado es importante comprender el univer que se mueve tangencialmente al temario.

-¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de su profesión?

-Lo que más es esa visión que los alumnos aportan de la realidad y que nos aporta ingenio, sencillez y un filtro vital que irradia luz. Lo que menos no implica al trabajo que ejerzo sino a las condiciones del mismo: aulas con treinta y pico alumnos, falta de recursos, las reformas educativas... Cuando pienso en las clases que imparto sé que existen factores que podrían ser mejorados, pero lo primero de lo que me apetece hablar es de aquello que me gusta de mi profesión, de esa parte más humana que se materializa entre las cuatro paredes del aula.