El divorcio entre el binomio energía y sociedad es impensable. Se trata de un matrimonio para toda la vida. La deseada es la energía. La sociedad sería el ente consumidor y transformador de ese deseo. La energía está presente en la construcción (grúas, iluminación, transportes..) de una sociedad y en su destrucción (máquinas demoledoras, bombas, terremotos). La energía está presente en el día (luz solar) y en las noches (luz eléctrica, gas). La energía es testigo de la vida (nacimientos) y de la muerte (cremaciones, silla eléctrica, respiradores). La energía es ayudante fiel en la cocina, proporciona el agua caliente de baños y duchas y puede refrescar y calentar al mismo tiempo. La energía tiene la ventaja de no ser de izquierdas ni de derechas. No es cristiana ni musulmana. Tiene pasaporte para viajar por los cinco continentes y no tiene patria ni puede adscribirse a ninguna realidad nacional. Simplemente se transfiere y se transforma. La energía es anterior a la vida.....algunos dicen que es eterna. Einstein la materializa conectándola con la velocidad de la luz. ¡Qué cosas!. Esa energía es mucho más que una palabra, mucho más que un continente, es una medida de la vitalidad del universo o de una estrella, es la medida del desarrollo de un país, es la medida de lo que ocurre en un hogar, puede indicar el dinamismo y el empuje de una persona...

La sociedad del XXI nada en un inmenso océano energético. Ocurre que --quizás por su feminidad-- la energía es capaz de desarrollar varias manifestaciones de su verdadero poder al mismo tiempo. Aparece ligada a múltiples efectos, sustancias e instalaciones: gas natural, molinos eólicos, fisión nuclear, energía hidráulica, centrales térmicas, energía mareomotriz, hidrógeno, fusión nuclear, biomasa, alcohol, petróleo, paneles solares y demás.

Hemos de acostumbrarnos a pensar que vivir contamina. Vivir muy bien contamina muchísimo, sobre todo si no se toman las medidas adecuadas. La Tierra aumenta sus habitantes y sus necesidades energéticas crecen de manera desorbitada. ¿Seremos capaces de encontrar un modelo energético acorde con un desarrollo sostenible?. La conciencia moral de la ciudadanía debería de elegir su modelo energético. ¿Aumento del efecto invernadero? ¿Contaminación del paisaje con la eólica? ¿Parón industrial y retroceso en el estado del bienestar? ¿Multiplicación de residuos nucleares? ¿Investigar con el hidrógeno? ¿Obtenciones masivas de aceite de ricino? ¿Más pantanos? España necesita planificar un modelo para poder asegurar su futuro. La dialéctica entre Ciencia y Sociedad necesita respuestas. La postura del avestruz nunca trajo resultados. ¿Para cuándo un referendum sobre el modelo energético del país?. ¿Quién se atreve? ¿Decidirán por nosotros?. Es una buena ocasión para demostrar la necesidad de la ciencia en la sociedad y de que determinados temas científicos deben formar parte de la cultura de todos los ciudadanos ¿o no?.