El pasado día dos de octubre se celebró el Día Internacional de la No Violencia. Reflexionemos, pues, sobre qué tipo de violencia se propaga entre nuestros niños, hoy. ¡Qué lejos quedan aquellos juegos de mi infancia en los que el arma principal era la imaginación!. Juguetes y juegos inventados que nos sumían en el círculo mágico que proporcionaba la posibilidad de una realidad paralela con el mundo de los mayores. Así, el juego de las casitas, de los médicos, etc, venían a ser divertidas caretas con las que se imitaba y se aprendía, paso a paso, cómo resolver problemas y, sobre todo se aprendía a pensar, dado que previamente, los problemas se habían imaginado, se habían, ingenuamente, resuelto. Posteriormente, y en años que empiezan también ya a ser historia, el progreso puso en manos de los niños, juguetes sofisticados que finiquitaban el círculo mágico y del palo que representaba el fusíl se pasó a la metralleta que disparaba, logrando efectos de sonidos y fuego. Y las alarmas se dispararon en campañas contra los juegos violentos y sexistas que pronto eran abandonados por los niños para los que el juego siempre ha seguido y seguirá perteneciendo al orden de lo extraordinario. Resulta que hoy día lo extraordinario, los juguetes por excelencia, hasta los más pequeños, se llaman y visten caretas de otro calado: juegos de ordenador, móviles, whatsapp. Es cierto y nadie puede negar los beneficios de estas tecnologías que facilitan la comunicación pero, ¿y los riesgos que entrañan? Inmovilidad, silencio, aislamiento, etc., que, prácticamente, se transforma en agresividad, violencia por lo que se ve y se oye, pero también por las energías no liberadas que se acumulan porque son como torrentes sin cauce que, desatados, arrasan sin control. Progresar sí, pero en orden y, sobretodo, educando.