Carmen Ruiz es socióloga y desde hace 16 años trabajo con diferentes colectivos, alumnado, profesorado, familias y personal técnico en materia de educación en y para la igualdad, así como en la prevención de la violencia de género en las edades más tempranas. Recientemente ha sido galardonada con el premio Meridiana en la modalidad Iniciativas que promuevan la educación.

-¿Qué supone para usted este galardón?

-Junto al gran orgullo que representa este premio como feminista, supone un gran empuje para seguir trabajando por una escuela coeducativa y libre de violencias machistas. Cuando conocí la noticia, me vinieron a la mente todas aquellas compañeras y compañeros que llevamos muchos años en este camino, que aunque sabemos lo difícil que resulta, seguimos con el mismo entusiasmo, con las mismas ganas de aportar nuestro grano de arena a esta urgente tarea de acabar con la desigualdad y la violencia de género.

-¿Qué considera que lleva a las nuevas generaciones, nacidas en democracia, a caer en la espiral de la violencia de género?

-La respuesta no es sencilla. Lo primero que me viene a la cabeza con ella es que, aunque vivamos en una sociedad democrática, el machismo sigue campando a sus anchas. A diferencia de hace unas décadas, actualmente el machismo se ha desdoblado en dos, unos más evidente, que detectamos sin dificultad, y otro más sutil, que se cuela a veces en aquellas personas que tenemos incluso una conciencia y una formación feminista. La adolescencia no vive fuera de la sociedad, sino en ella. Se educa con unos medios de comunicación que no muestran realmente una sociedad igualitaria, con un androcentrismo educativo que sigue invisibilizando a las mujeres en las distintas disciplinas, con una publicidad sexista que cosifica el cuerpo de las mujeres, etc. A veces me sorprende que con este tipo de socialización tan machista, tengamos adolescentes que representan modelos de masculinidad y feminidad igualitarios. No debemos pensar en una adolescencia perdida, debemos mostrarles nuevas herramientas para construirse en igualdad.

-¿De qué forma influye el ‘amor romántico’ en la violencia de género?

-El amor romántico, como construcción social, se edifica en la desigualdad y en la asimetría de poder de un género, el masculino, sobre otro, el femenino. Como decía Kate Millet en 1984: «es el opio de las mujeres en la actualidad». La desigual socialización de género sitúa a las mujeres en una posición de desventaja en el amor, no priorizándose en pro de priorizar a la otra persona, al ser amado. Además es un modelo heteronormativo que se sustenta y reproduce a través de mitos románticos. Es una construcción social intencionada para mantener a las mujeres en una posición subalterna a los hombres. Por ello debemos desvelar las trampas del amor romántico, deconstruir el modelo amoroso para que chicas y chicos construyan nuevas formas de amor sano e igualitario.

-¿Son conscientes los jóvenes de los pequeños signos de desigualdad con los que conviven?

-Entre las y los más jóvenes no existe una conciencia generalizada de la desigualdad, la ven como algo lejano todavía. Como diría Amelia Valcárcel, están viviendo en un «espejismo de la igualdad», creen que en la actualidad todo está cambiando. Cuando hablamos de machismo lo relacionan con lo más extremo, como la violencia de género. Debemos primero cambiar las personas adultas para que las generaciones que vienen se eduquen en ese cambio.

-¿Cuál es el primer paso para prevenir la violencia de género?

-El primer paso para erradicar las violencias machistas es la educación en y para la igualdad, desde la familia, los medios de comunicación y la coeducación como modelo educativo. La desigualdad se aprende, por tanto, la única manera de acabar con ella es desaprenderla. La sociedad en su conjunto es responsable de la educación en igualdad de las nuevas generaciones.