El tema del lenguaje ha sido mi gran caballo de batalla durante toda mi vida de profesión presencial en las aulas, y sigo, desde dónde y cómo puedo, promoviendo estrategias creativas a todos los niveles.

Son variados los bloques temáticos que comprende, y todos tan básicos e importes que, desde mi punto de vista, habría que dedicarles al menos, los dos o tres primeros años de escolaridad solo y exclusivamente al lenguaje.

La razón es obvia: todo el aprendizaje estará basado en la lectura, compresión, expresión oral y escrita, porque a medida que pasen los cursos, el estudio se les hará más insoportable si no saben resumir y entender lo que leen, así como exponerlo oralmente.

Entiendo que para promover todo lo referente al lenguaje y de cara a los más pequeños, debemos olvidarnos un poco de los libros y cuadernos y buscar estrategias que se asemejen a lo que, para ellos, es sumamente significativo y estimulante: el juego.

De ahí que he tratado siempre de buscar y encontrar toda clase de recursos que fueran de gran utulidad para que los alumnos aprendieran con motivación, con alegría y sin apenas ser conscientes de que lo hacen.

No hace muchos días, me preguntaba una de mis nietas, estudiante de magisterio: abuela, ¿qué es la lectoescritura? Le contesté de forma muy elemental para que lo entendiese. Nada que tenga que ver con los libros de texto que conoces. Se llama lectoescritura a la capacidad y habilidad de leer y escribir adecuadamente. Pero eso no se consigue en un curso ni en dos. Leer no es solo descifrar y pronunciar palabras, es ante todo, comprender un texto, saber explicarlo, saber escribirlo correctamente, lo cual conlleva ortografía, entonación, etc. Muy importante siempre, pero de forma especial en los primeros años, es la motivación o lo que es igual, lograr que los niños deseen leer, escribir por placer.