La docencia es una de esas profesiones en las que la vocación tiene que reflejarse en todas las actitudes, decisiones y manifestaciones ante las que se encuentran los docentes, no solo en el entorno escolar, sino también en la cotidianidad del día a día. Es por ello que, Antonio Membiela también es recordado como un maestro de la vida. Marta, Helena, Victoria, Silvia y Alfonso recuerdan a su abuelo como un auténtico docente de vocación, pero también como una persona que sembraba paz y armonía a su alrededor.

Antonio Membiela nació en Luque (Córdoba) en 1938. Inició su brillante andadura profesional en la escuela de Francisco Cañete López, conocido como el maestro del Algarrobo. Tras completar su formación básica en la localidad de la Subbética, comienza los estudios de Bachiller en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Aguilar y Eslava de Cabra. Cursó la carrera de Ciencias Químicas de la Facultad de Ciencias en la Universidad de Barcelona. Aprobó las oposiciones de Profesores Agregados de Física y Química de institutos de Enseñanzas Medias. Posteriormente, se convirtió en Catedrático de institutos de Bachillerato, desempeñando la labor de dirección en varios centros educativos. Con la firme convicción de formar a sus alumnos en conocimientos, pero también en valores, Antonio Membiela ejerció como profesor en Puigcerdá (Gerona), en el colegio Espíritu Santo de Baena (Córdoba), en Alcaudete (Jaén) y en los institutos Averroes y Séneca.

También destacó por su innovadora labor investigadora en la Didáctica de la Física y Química., dejando abundantes publicaciones al respecto en formato libro y en revistas especializadas tanto a nivel nacional como internacional. Finalizó los cursos de doctorado y trabajó durante varios años en la tesis doctoral en el Departamento de Química Analítica de la Universidad de Córdoba. Su traslado como inspector de Educación a Málaga y su desgraciada enfermedad no le permitieron concluir con éxito esta última etapa.

Antonio Membiela supo compaginar una vida profesional repleta con una vida familiar en la que además de numerosos valores, dejó una imborrable huella. Contrajo matrimonio con Isabel Jurado en 1966 en Luque, fruto del que nacieron sus tres hijos: Antonio, Isabel y Mª del Carmen.

Como maestro destacó por su capacidad de trabajo, su creatividad y una fortaleza y dulzura co en su profesión, impregnando de amor, entusiasmo y afecto a todo su entorno. Como esposo, padre, abuelo y amigo, dejó innumerables vivencias y una filosofía de vida que venció a todas las adversidades.

Amigos, compañeros y familiares describen al maestro y a la persona: «Era el epicentro de la armonía y tenía una capacidad de resolución de conflictos fuera de lo normal»; «nunca olvidaré su fidelidad y grandeza de amigo»; «percibía en sus palabras un torrente de sabiduría y de valores inconmensurables, la enseñanza de un auténtico maestro»; «Nos hacía percibir que las cosas más bellas y mejores del mundo no pueden verse ni tocarse, pero sí sentirse en el corazón»; No sólo me abrió las puertas del conocimiento, sino que me ayudó en mi afán de compartirlo con los demás»; fue una persona muy reconciliadora, que nos incitaba desde el ejemplo a ser bondadosos, generosos, humildes...y sobre todo era muy humano». Buen trabajo, maestro.