La visita de Xi Jinping a España, la primera visita de Estado de un presidente de la República Popular de China en 13 años, pone de relieve el interés de ambos países en el desarrollo de sus relaciones, sobre todo económicas, que son deficitarias para España, pero al mismo tiempo señala la dificultad de tratar con el gigante asiático que ya es la segunda economía del mundo con una tasa de crecimiento cercana al 10%, algo que dista años luz de cualquier economía europea. El presidente chino ha sido recibido en Madrid con los máximos honores, obviando la situación de los derechos humanos y las libertades en el país, como el esperpéntico episodio del Winnie the Pooh de la Puerta del Sol de Madrid simboliza. La otra cara del viaje presidencial es la negativa del Gobierno de España a sumarse a la nueva Ruta de la Seda, el colosal plan de infraestructuras ferroviarias y marítimas con el que Pekín aspira a conectarse con las demás economías del mundo y al que se han sumado 90 países. En Europa el plan ha sido suscrito por la mayor parte de países del Este, pero ha encontrado la negativa de naciones como Francia y Alemania por considerar que esta nueva ruta es parte de una política exterior agresiva con la que China pretende ampliar su influencia geoestratégica. Esta negativa a la que ahora se suma España es un elemento de discordia en el seno de la UE mientras la guerra comercial entre el país oriental y EEUU se encona.