La cancillera alemana, Angela Merkel, alcanzó el martes una solución de compromiso con sus socios de gobierno para resolver la crisis que había generado el ya exmáximo responsable de los servicios de inteligencia, Hans-Georg Maassen. El expresidente de la Oficina Federal de Protección de la Constitución negó que en la ciudad de Chemnitz hubiera habido caza de inmigrantes (grupos de neonazis tomaron la calle y agredieron a emigrantes el pasado agosto) y ha sido acusado de mantener vínculos con la extrema derecha, sobre todo el partido neonazi Alternativa para Alemania (AfD), Maassen ha sido destituido como jefe de los servicios secretos, pero permanece en el Gobierno bajo la protección de Horst Seehofer, presidente de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).Merkel ha tenido que maniobrar con las exigencias de su otro socio, el Partido Socialdemócrata (SPD), y las de Seehofer, muy crítico con las políticas migratorias de la cancillera. Este asunto, las políticas migratorias y el auge de la extrema derecha en Alemania a costa de criticarlas y cargar contra los emigrantes, es el núcleo de la crisis. Alemania, uno de los países más generosos con los refugiados, ve con preocupación el auge de la extrema derecha y cómo el líder bávaro se alinea con postulados más propios del cinturón ultra de la UE. La salida de Maassen es solo un punto y seguido en la crisis.