El senado de Estados Unidos votó ayer una medida presupuestaria provisional que permitirá reabrir el gobierno, dando de margen hasta el 8 de febrero para que se llegue a un acuerdo entre republicanos y demócratas sobre inmigración. Así están las cosas, rozando el esperpento, en el país más poderoso del mundo, donde el presidente, Donald Trump, acaba de cumplir un año de mandato en el que con su actitud escasamente ética y poco digna ha rebajado a la institución presidencial convirtiendo la Casa Blanca en lo más parecido a un show de televisión de pésimo gusto. Transcurrido un año, ahora se puede ver que todo el frenesí ejecutivo demostrado en las primeras semanas firmando órdenes una tras otra en el Despacho Oval, era eso, frenesí publicitario con escaso recorrido real. La justicia frenó algunas, otras no lograron el aval necesario. Muchas de las rimbombantes promesas electorales han quedado también en eso, en promesas. Por suerte. En este primer año Trump está dando satisfacción a sus votantes, ya sea la clase trabajadora blanca o las grandes fortunas. La economía global vive un momento de mejora y en EEUU persiste la tendencia iniciada al final de la etapa Obama. El crecimiento no para y el empleo sigue aumentando mientras se pone en marcha la reforma fiscal. Acabado este primer año relativamente tranquilo pese al mucho ruido, habrá que ver por dónde va Trump a partir de ahora.