Mientras se discute sobre la salud mental del presidente de EEUU planteada por el libro Fire and Fury, Donald Trump --que cada día añade un nuevo agravio al mundo, como su definición de «países de mierda» para señalar la procedencia de inmigrantes-- ha aprovechado la ocasión para desembarazarse de un duro competidor en la remodelación ideológica y personal del Partido Republicano. Steve Bannon, exestratega jefe del presidente, ya había salido de mala manera de la Casa Blanca. Ahora, gracias a la presión de Trump, ha perdido Breitbart, la plataforma xenófoba de información que Bannon usaba en su guerra contra el establishment político. El ideólogo de la extrema derecha fue determinante en la victoria electoral del multimillonario. Ambos querían revolucionar el Partido Republicano y llevarlo al populismo y ultraderechismo extremo. Bannon era el hombre del mensaje mientras que Trump hacía de altavoz. La realidad, sin embargo, se impone y Trump ha necesitado de aquel establishment --su bestia negra-- para su programa legislativo. Hoy Bannon puede suponer un peligro para Trump en un año de elecciones de mitad de mandato. Lo que de verdad está en discusión es el futuro del Partido Republicano. Aunque ambos lo quieran más escorado a la extrema derecha, la realidad obliga a Trump a acomodarse al marco político ya existente, del que ya han desaparecido los republicanos moderados.